El sol parte la tierra, el Parque 9 de Julio es uno más de los escenarios en los que la pasión se congregó para alentar a la Selección. Un hincha lo supo desde siempre. con la fe ciega, pudo acertar el resultado final. Imperdible.
Los 37 grados a la sombra no preocupaban a los tucumanos tanto como el triunfo de Polonia ante Arabia. Sudor, nervios y ansiedad fueron el común denominador de la tarde en el Parque 9 de Julio. Rubén lo anticipaba “claro que ganamos, mínimo 2 a 0”. Los rostros se modificaban mientras transcurrían los minutos y la selección no demostraba nada. Una apilada de la figura de Lionel Messi arranca los primeros aplausos.
Con el transcurrir del partido se asomó un temeroso canto que se apagó ante un error en el fondo argentino. El calor se hace sentir y quien lo goza es el de la conservadora que vende latas bien heladas.
La temperatura baja pero el termómetro de la gente parece levantar por que el equipo no muestra rebeldía. Justo cuando los más de 5 vendedores de camisetas que se instalaron en la esquina de Avenida Soldati y Benjamín Araoz empezaban a rematar la mercadería, apareció el 10 argentino con un zurdazo para poner el uno a cero y darle rienda suelta a los festejos.
Abrazos con la familia, con el que pasa por la calle y con cualquiera que esté cerca. A partir de ahí el “volveremos volveremos, volveremos otra vez…”, fue el grito de guerra.
La tranquilidad llegó con la maravilla de Enzo Fernández. Sólo había que esperar el final del partido. Junto con el pitazo final fue la desaparición progresiva de la gente. Sólo quedó tiempo para decir “Leo es lo más grande del mundo”.