HISTORIAS DE PANDEMIA

“Son muchas cosas juntas”: Josecito, el periodista de Telefe Tucumán que rompió en llanto

Carolina Glasberg hablaba en el piso del noticiero con la voz quebrada mientras él, José Romero Silva, protagonizaba el móvil en avenida Roca al 500 para cubrir el alta de María. Qué cosas se esconden detrás de esas lágrimas en uno de los momentos más emotivos al aire que ha provocado la pandemia. VIDEO

09 Oct 2020 - 23:23

José Romero Silva.

Ya Carolina Glasberg hablaba en el piso de Telefe Tucumán con la voz quebrada mientras él, José Romero Silva, protagonizaba el móvil en avenida Roca al 500 para cubrir el alta de María, ya recuperada del virus, y la música de Abel Pintos dándole clima de película a este viernes al mediodía caluroso en Tucumán con la emoción a flor de piel en los conductores: “Y en este movilero también”.

Es José Romero Silva ese movilero, también, quien sonríe nerviosamente y pide volver a estudios porque, en un momento dado, entre sus anteojos y su barbijo negro comienzan a escaparse las lágrimas, gotitas de emoción que no puede ni quiere contener ni ya tampoco disimular al aire. Son lágrimas que en vano intentará secarse con el dorso de la mano. Son lágrimas que no podrá ocultar ni siquiera poniéndose de espaldas al camarógrafo que registra todo el momento, camarógrafo al que Josecito no puede abrazar no porque no quiera sino porque cumple al pie de la letra con la distancia y los cuidados necesarios desde que toda esta pesadilla comenzó.

Es mientras la cámara sigue fija en el móvil que el periodista se quiebra, no aguanta más y lo explica en vivo para los miles de televidentes de Telefe Tucumán y para quienes también le siguen diciendo Canal 8 al ciclo que durante años fue División Noticias: “Venimos siguiendo muy de cerca todo lo que pasa acá y… hay muchas sensaciones encontradas… Vemos amigos, seres queridos, personas públicas que por ahí uno entrevistó y se conjugan esas emociones, ¿no? de situaciones, de que están ellos, los médicos, los trabajadores de salud que lo dan todo y ver también que en ellos también está la emoción de las personas y ven de una forma u otra el llevarle el agradecimiento. Así que emociones por todos lados y disculpen el momento”.

Sergio González sonríe tímidamente desde los estudios ante la emoción del compañero mientras Carolina Glasberg también se seca las lágrimas. Hay algo que no se sabe detrás de ese minuto de un noticiero de viernes al mediodía que llega a miles de hogares. Hay situaciones personales, sensaciones, emociones, frustraciones, alegrías, postergaciones, la vida misma en tiempos de pandemia resumida en un instante de un móvil como pudiera haber sido cualquier otro, pero no: hoy hubo espacio para la emoción y es esta noche después de un día agitado, en vísperas de un fin de semana largo que no parece tal, que Josecito atiende a el tucumano y explica lo que ha venido viviendo y sintiendo.

“No sé si fue una catarsis, pero sí es un acumulado de situaciones que venimos viviendo, relatando. Son muchas cosas juntas. Yo atiendo el teléfono a todo el mundo. Medio Tucumán debe tener mi número, recibimos llamadas de todo tipo: personas que me dicen que les han hecho el hisopado y no les han dado el resultado, personas que te dicen que en el lugar del móvil maltratan a una mujer, yo mismo tengo un amigo con corona, yo mismo soy uno más de la sociedad. No tenemos un superpoder para contar las cosas que están pasando y hacer como si nada”.

Detrás del movilero que sonríe, denuncia, se enoja, saluda, pregunta, repregunta, y vuelve a pelearse al aire si es necesario, hay un padre de familia, el esposo de una madre de dos niñas de 7 y 4 a quienes tampoco abraza desde que se anunció la circulación comunitaria en Tucumán: “Mis dos hijas no salen de mi casa. Me preguntan por qué no las abrazo, por qué no pueden dormir en mi cama. No me quiero victimizar, porque les pasa a muchas personas, pero es difícil también. Estamos sobresaturados, con un compromiso superior: sabemos que como comunicadores tenemos que dar el ejemplo. No podemos sacarlas a la plaza, por ejemplo. Ven por el balcón y no entienden por qué ellas no pueden hacerlo y otros chicos sí. O por qué ven a gente tomando café”.

Como padre y periodista, Romero Silva maneja la situación puertas adentro con sus pequeñas: “Ellas están muy informadas, saben qué está pasando. Mi esposa también sale a trabajar: los dos volvemos y hacemos el procedimiento necesario para no llevar el virus a la casa. A todos nos pasa lo que te cuento: no veo a mis suegros desde hace tres meses, y somos muy unidos. Viven a una cuadra de nuestra casa y no podemos ir a verlos. Es complicado, pero tengo que cuidarlos: estoy yendo a los hospitales, a los sanatorios, a los lugares donde hay casos. Cada 15 días me hago un hisopado, me controlo. Estoy bien, pero es duro no poder ver a gente que quiero. Entonces es que pasó lo que pasó en el móvil: veía esa señora que podía ser como mi abuelita que se estaba recuperando, que tenía unos metros a su familia y no podía abrazarlos, y bué”.

“Soy muy de piedra en general. Ni mi esposa me creía cuando le contaron que lloré al aire. ‘Traeme el video porque no creo’, me decía. Soy de los que hace la procesión por dentro de todas las situaciones. Pocas veces me he puesto así, salvo cuando murió el doctor Amenábar: antes de que llegaran los del servicio fúnebre, no pude contenerme. Era vecino mío. También fue difícil cuando fui a Lastenia: estuve un mes sin ver a mis hijas. Es duro estar viéndolas por el portón”.

Mientras Josecito repasa todo este tiempo de pandemia, el presidente Alberto Fernández acaba de prolongar la cuarentena; mientras Romero Silva termina de hablar con el tucumano, su teléfono no para de sonar: son mensajes, llamadas, whatsapps, audios, pedidos de ayuda, denuncias, ruegos de notas: “No tenemos las llaves para solucionar todos los problemas, pero sí podemos derivar a quienes corresponda. Si veo que una denuncia tiene solución, la dejo. En estos momentos no aporta nada el amarillismo. Ahora, si veo que la denuncia no se resuelve, sí me involucro hasta el final con la nota”.

Después del móvil que motivó la excusa para hablar con uno de los grandes periodistas tucumanos que vienen poniendo el cuerpo a la pandemia, Josecito revela que quería abrazarse con su amiga Caro Glasberg, pero debieron conformarse con hacerlo a través de Instagram. Y antes de cortar y prepararse para descansar de cara a un nuevo día, reconocerá con qué viene soñando: “Vengo soñando con dos situaciones: una al aire y otra fuera del aire. Al aire: me puedo sacar el barbijo y celebrar que estamos libres de corona y abrazar a un enfermero o al camarógrafo. Y la otra detrás de cámara: abrazar sin miedo a mis hijas, a dejar de estar con este miedo. Todo el tiempo me mido como si tuviera un centímetro. No me perdonaría llevar el bicho a mi casa. He visto a la gente sufrir. Lo he visto con mis propios ojos. Y no se lo deseo a nadie”.


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