Símbolo de la prosperidad azucarera y su posterior debacle, fue en su momento el ingenio más importante del continente. Las historias alrededor de la figura de Clodomiro Hileret y lo que queda hoy del gigante.
Desde pequeño he tenido la curiosidad de entender que había pasado con Santa Ana, que había pasado con ese pueblo que estaba cerca de mi casa que, según decían los mayores, había sido el lugar donde se había instalado en medio de la nada el ingenio más grande de Sudamérica. Ahora es un pueblo de poco más de 7000 almas y de aquel pasado glorioso solo queda la casa del administrador del ingenio y una pared de lo que fue la fábrica.
¿Qué pasó con Santa Ana? ¿Por qué cerró? En 1966 asumió Juan Carlos Onganía como presidente de facto, derrocando a Arturo Illia. El gobierno de los militares se autodenominó como “Revolución Argentina”. Una de sus primeras acciones fue cerrar el 21 de agosto de ese año, a través del decreto número 16926, once ingenios en la provincia de Tucumán. Esa fue la mayor tragedia del pueblo tucumano y de todo el noroeste del país. Uno de esos ingenios fue el Santa Ana que está ubicado a 100 kilómetros de San Miguel de Tucumán y a 12 kilómetros de Aguilares.
Después de compartir un asado con compañeros de trabajo, en la sobremesa que regamos con un poco de vino tinto con hielo y soda, ya pasaron las doce de la noche de este viernes que se va haciendo sábado. Mientras la charla nos va dejando menos comensales, alguien saca el tema de Santa Ana, se habla de Clodomiro Hileret, el dueño del ingenio. De su hijo, de sus fiestas y del despilfarro. Uno de mis compañeros dice que la fábrica se fundió por la mala administración de Clodomiro y yo le aclaro que no puede ser porque Hileret murió en 1909, a bordo de un barco que lo llevaba a su Francia natal. “Aaaaahhhh”, exclama el otro y yo pienso: ¿Qué sabemos de Clodomiro Hileret de su repentina muerte? ¿Del mito en torno a él y a su criatura, El familiar? ¿Y del cierre de los ingenios?
Clodomiro Hileret
No podemos hablar de Tucumán sin hablar de los desaparecidos en las dictaduras, tanto la del 66 como la del 76. Es común que las personas confundan las fechas porque fueron ciclos de gobiernos militares que fueron y vinieron. De pronto, se cuela en la charla el tema de los desaparecidos. Alguien habla de la bomba que tiraron los Montoneros a la casa del administrador del Ingenio Aguilares en 1973 o 1974. Después, dicen, a todos esos se los llevaron…Moris Amaya, Cabral, Pirincho Fernández… No podemos hablar de la historia argentina sin hablar de los golpes de Estado y sin nombrar a Tucumán, que fue una de las provincias más castigadas por los militares, por el pecado de su pronta industrialización revolucionaria para aquel momento de la historia nacional. Buenos Aires era una provincia ganadera y muchas de las otras provincias también lo eran. Tucumán había logrado tener su propia industria.
Cuando llegó Onganía al poder en 1966, Tucumán contaba con 27 ingenios trabajando. Con Onganía y de un plumazo, se cerraron once. Alrededor de cada ingenio se conformaron pueblos y ciudades que nacieron con el ingenio y murieron con él. Este trabajo busca mostrar cómo viven hoy esos pueblos después del cierre y después del éxodo de más de 300.000 tucumanos que fueron a buscar trabajo en otras partes, la mayoría a Buenos Aires donde fundaron las primeras villa miserias del país.
Oscar Ramón Cabral tenía 24 años cuando fue desaparecido el 2 de febrero de 1977. Era estudiante, oriundo de Aguilares, alto y muy delgado. Fue secuestrado en la calle, en Aguilares. Fue visto en el Centro Clandestino de Detención del Ingenio Nueva Baviera. También fue visto en el Centro Clandestino de Detención llamado Comisaría 4 de Mar del Plata. Se desconoce su destino final.
Ramón Américo Amaya tenía 23 años cuando fue desaparecido el 15 de octubre de 1976. Era empleado del ingenio Aguilares. De ahí fue secuestrado.
Eliseo Reynaldo Fernández Gutiérrez tenía 32 años cuando fue desaparecido el 20 de abril de 1976. Era oriundo de Aguilares.
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Ahora viajo por la ruta 332 y a ambos costados se ven los brotes de la caña de azúcar. Al oeste, las montañas del clavillo, las mesetas más bajas del campo de la reserva. Para llegar a Santa Ana hay que pasar por varias localidades, Río Chico es la primera, es hoy el lugar donde se ha formado un centro comercial de venta de ropa y artículos varios, al que llaman el shopping de Río Chico. Ahí la ropa es más barata, por lo general, traída de Bolivia. Los dueños de los locales son parte de una comunidad de bolivianos que hace más de 20 años se han asentado allí.
Villa Hileret es la segunda población, el lugar de la escuela Carlos Pellegrini sobre la ruta y un asentamiento de casas antiguas de principio de siglo XX, todas de estilo colonial. También es donde está la entrada del camino de tierra que lleva a Villa Vieja, el lugar del primer asentamiento en la zona cuando estas tierras eran de Belisario López. Voy detrás de una fila de vehículos, la calzada es angosta, lo que hace dificultosa la travesía. Un tractor con un arado demora la circulación, las motos van y vienen por el poco espacio que queda, por momentos, manejar es un juego de precisión: cualquier error de cálculo y se produce un accidente vial. En esta ruta han muerto muchos motociclistas. Por esta ruta, antes de llegar a Villa Hileret, está la gruta en honor a Normita Bazán, una joven estudiante que en 1977 fue asesinada por un grupo de jóvenes, la mayoría de ellos de Aguilares. Ese fue uno de los primeros casos de violencia de género que se recuerdan en la zona. El caso, a más de 40 años, sigue impune.
Por esa ruta, pasando Villa Hileret, se llega a Santa Ana. El club de fútbol del mismo nombre que el pueblo está a la izquierda y es una construcción vieja que se deja ver desde el camino. Al frente está la iglesia, una rotonda con un Cristo de cemento pintado de blanco. A un costado del camino, se ve una construcción de techo de dos aguas con una arquitectura de la época de Clodomiro. Al fondo, es inevitable ver los árboles del parque. Sigo y veo la última pared que queda del ingenio. Un cartel de lubricentro me distrae del viaje en el tiempo. Estar allí y no pensar en el mayor ingenio de Sudamérica es un pecado. Siento que estoy en el lugar correcto, haciendo eso para lo que me vengo preparando hace rato; contando esa historia que siempre quise contar, eso que es tan evidente y que hasta ahora nadie puede entender: nuestra propia historia.
Doy la vuelta por la ciudad que sigue en pie con las casas del complejo de viviendas que construyó el ingenio para sus trabajadores. La ciudad se mueve con mucho ritmo. Autos y motos van y vienen. Me bajo de mi auto y caminó por el parque Maria Luisa, llamado así en honor a la hija de Clodomiro. Se dice que fue un regalo de él a su hija cuando ella cumplió 15 años. Se dice que él la mandó a Francia un año y que, en ese tiempo, hizo construir el paseo que contaba con un pequeño lago artificial con peces. Ahora el lago está vacío y quedan sólo tres árboles inmensos. Uno de ellos está seco. Camino y veo gente sentada tomando mates: unos trabajadores de la comuna que están haciendo un descanso en sus tareas. El lugar más famoso del parque es la glorieta que está pintada de rosa, es un pedestal desde donde se subía a los botes para pasear por el lago. Ahí antes había un túnel que llevaba al ingenio. Tres hombres de más de 60 años conversan en una de las paredes que usan de asiento. Hay diferentes grupos reunidos en el mítico lugar. El aire es fresco a pesar del calor, yo envidio su parque, uno de ellos me reconoce.
- Hola ¿cómo estás?, ¿qué estás haciendo por aquí? - me dice un amigo que conversa junto a otros tres hombres.
- Siempre vengo a ver el parque- le digo para no revelar el verdadero objetivo de contar la historia de los ingenios cerrados.
- Es hermoso- dice orgulloso.
- Estaba viendo que uno de los árboles gigantes está seco- les digo para entrar en charla.
- Sí, se secó porque los de la comuna lo pintaron con cal y eso lo secó. Yo les dije ‘eh changos que están haciendo, lo van a secar’, pero ellos no me hicieron caso. Yo vivo del otro lado del parque… ¿usted de dónde es?
- Yo soy de Aguilares- Aguilares es una de las ciudades que todavía tiene su ingenio, junto con el Ingenio Santa Barbara, ex Terán. Concepción es otra ciudad a 10 km de Aguilares que tiene su ingenio, El Corona. La ciudad de Juan Bautista Alberdi también tiene su ingenio: El Marapa. Monteros tiene su ingenio: El Ñuñorco.
- ¿Su padre en qué parte del ingenio trabajaba? - le pregunto
- Hacía los trabajos en cobre, soldaduras piezas del ingenio… esas cosas. Este ingenio tendría que estar entero, pero ninguno de los delegados comunales lo cuidó, todos se dedicaron a robar, los de Villa Quinteros siempre me decían que el de ellos estaba intacto, yo no les creía, así que un día me fui a ver, y era cierto, está como cuando lo cerraron- dice mientras las motos pasan y los vecinos hablan entre ellos. Se ve que esta esquina de Santa Ana es una de las más concurridas. La comuna de allá, no dejó que roben las cosas del ingenio y a los galpones del ex ingenio lo alquilan para guardar cosas, y esa platita va para la comuna, aquí no se hizo nada.
Voy a Villa Hileret y vuelvo sobre mis pasos. Busco a don Galin Salim Zahara, un señor de 94 años. Está sentado en la vereda de su casa, sobre una silla reposera. Camisa desabotonada, pantalón de vestir. En la casa tienen un negocio, golpeó las manos y compro una gaseosa para mitigar el calor. Me atiende un señor de unos 50 años.
- ¿Qué tal la escuela? me dice, enfrente está la escuela Carlos Pellegrini.
- No trabajo en la escuela, estoy buscando la familia Zahara- le digo.
- Aquí es, ¿a quién buscas?
- A Don Zahara, estoy escribiendo sobre la historia de Santa Ana y el cierre de los ingenios.
- Es mi viejo, él sabe todo, háblale de cerca… Papá, el hombre te quiere preguntar de Santa Ana- le dice al señor sentado en la vereda- Háblale de cerca que no escucha bien- me aclara y se va. Al frente está la ruta. Los vehículos van y vienen.
- Buen día… ¿Usted trabajó en el ingenio? - le pregunto.
- No, yo era panadero aquí atrás (mira detrás de la casa) había una panadería donde yo trabajaba, nosotros repartíamos pan para todo Santa Ana y zonas aledañas. Mi papá vino de Arabia escapando del servicio militar, porque allá el servicio era de cinco años. Llegó aquí en 1910, trabajó de hachero, pero se dio cuenta que podía vender mercaderías para la gente y empezó a vender en una maleta que llevaba. Yo nací en 1929 en el mes de octubre…hace poco que cumplí los 94 años. En 1960 compré esta casa a la familia Bestani, que era dueña de toda esta cuadra, la compré por 60 mil pesos en dos pagos de 30 mil.
Don Zahara está mirando la ruta 332, enfoca a un eucalipto.
- Este árbol tiene más de 200 años, estaba cuando compré la casa. Por ahí pasaba el tren que venía de Río Chico y llegaba hasta el ingenio Santa Ana- señala una senda peatonal que hace las veces de plaza.
El tren es el gran ausente en el espacio. Ha desaparecido del paisaje del sur tucumano. El ferrocarril fue el medio de transporte que unía los pueblos y con su desaparición término una época, el fin del siglo XX. Ese fue el comienzo del siglo XXI. El tren no pasa por Santa Ana, no pasa por Aguilares, Concepción, Monteros ni Famaillá. La migración interna ha sido otro de los grandes temas de la construcción de los ingenios y el posterior cierre de las fábricas azucareras en 1966. Hileret trajo trabajadores de Santiago del Estero y de Catamarca, y el presidente Julio Argentino Roca le aportó indios Mapuches, Ranqueles y Tehuelches que fueron el resultado de la campaña del desierto.
- Esta calle se la pavimentó en el gobierno de Alperovich, yo lo conocí a don León, el padre del ex gobernador, el hombre era sastre venía aquí a Santa Ana en el tren. Te preguntaba si querías un traje y te medía con la cinta y anotaba y se iba a Tucumán. Después te traía el traje y te lo fiaba en doce meses. Antes, la gente de Santa Ana tenía mucha plata, había trabajo, no como ahora.
- Hola abuelo- le dice un niño de siete años acompañado por dos mujeres que saludan y entran en la casa.
- ¿Usted lo vio a Perón? – pregunto
- Sí, pero el vino a Río Chico, de aquí fueron ocho vagones llenos de gente… Perón pasó en el tren saludando, él era un hombre inmenso- hace el gesto de Perón levantando la mano y saludando a la multitud- trabajé un año en la construcción de la fábrica de Alpargatas, cuando cerraron el ingenio trajeron la fábrica para dar trabajo a los que habían quedado sin trabajo.
A la vuelta de Santa Ana, la ruta es un enjambre de vehículos que van, que vuelven, a los costados crecen las cepas de caña que en el futuro irán a parar a los trapiches de otros ingenios donde se convertirán en azúcar. Es una industria que tiene más de cien años en Tucumán; un mundo se va cerrando metro a metro cuando las ruedas del auto van dejando el pasado, mis ojos ven el presente. Por todo el camino hay caña, casas. Una vida vertiginosa, ¿qué hubiera pasado si no cerraban el ingenio?
Con la llegada del ferrocarril llegaron las máquinas y los materiales de construcción de los futuros ingenios. Santa Ana tenía vías de ferrocarril hasta la fábrica. El tren llegó a Aguilares en 1876, después se extendió hasta Río Chico. En 1888 Clodomiro Hileret compró la estancia de Santa Ana al exgobernador Belisario López y Lidoro Quinteros por entonces Santa Ana era una pequeña comarca con una iglesia denominada Villa Vieja que tiene como patrono al Señor de la Salud, que es San Roque, a esta zona se la conocía como La Puerta. Se dice que en ese lugar pensaba Hileret construir su ingenio, pero los ingenieros no vieron apropiado el terreno y se mudaron a donde hoy está el pueblo de Santa Ana.
No se puede hablar de Santa Ana de su ingenio sin hablar de él: Clodomiro Hileret, el creador de todo; una especie de rey Midas que en medio de la nada construyó un imperio. Se dice que en cuatro años terminó el ingenio que contaba con casas para los trabajadores, un ramal de tren que iba hasta la fábrica y hasta Buenos Aires directamente, una casa de película, el parque con árboles exóticos y un lago artificial. En 1909 murió a bordo de un barco rumbo a Francia, su país de origen. Con su muerte prematura el mítico ingenio quedó en manos de sus hijos, después del Banco Nación, hasta su cierre en 1966. Una de las constantes en la historia de los ingenios es la aparición del Familiar, un perro negro que arrastra una cadena y que cada año se come un trabajador para saldar el pacto que el dueño del ingenio hizo con el dueño del ingenio. Hoy, a ciento catorce años de la muerte de Clodomiro, a cincuenta y siete años del cierre de los ingenios, lo único que sigue en pie de esa época son la casa del administrador del ingenio, el parque en estado de abandono, una pared del viejo ingenio y las casas del complejo habitacional.
Son once ingenios cerrados, son once comunidades devastadas, son 300 mil personas emigrando de su provincia, son personas desaparecidas, es el primer centro clandestino de detención: La Escuelita de Famaillá, que fue el primer Centro Clandestino de detención del país. El informe de la CONADEP los casos de desaparecidos Tucumán dan cuenta de 379 desaparecidos y asesinados frente a 139 liberados. Todo eso es Tucumán.