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"Vi cada cosa...": Jéssika, la mucama del Orense y el gran secreto revelado

HISTORIAS DE ACÁ

Hace siete años que deja los cuartos del hotel alojamiento impecables como si nada hubiera pasado durante un turno de dos horas o el pernocte con desayuno incluido. El riesgo que corren los empleados, la necesidad de volver al trabajo ya, los escenarios que se encontró y la sorprendente hora más usada.

Orense, el templo del placer.





Jéssika abrió las puertas del hotel Orense por primera vez hace siete años. No lo hizo a escondidas ni a altas horas de la madrugada. Al salir, no tenía el pelo mojado ni perfume a jabón chiquito. Ese día había empezado a limpiar los cuartos que dejaban las parejas tucumanas en uno de los tres hoteles alojamientos clásicos de Tucumán.


Al salir del hotel Orense, después del turno de trabajo de ocho horas, aquel día Jéssika empezó a conocer todo lo que deja dos turnos de pasión desenfrenada, de gritos, de quejidos, de placer, de amor, con finales felices, pero también de los otros: “Tenemos clientes y clientes”, le cuenta Jéssika a el tucumano después de un día desenfrenado en el corazón de la Plaza Independencia.


El reclamo es por la reapertura de los hoteles alojamientos en Tucumán y une a dueños, empleados y clientes imposibilitados de un cuarto propio o de un auto cómodo, una postergación de ir al telo exactamente desde el 20 de marzo: “Ese día se cerró. Es la primera vez que nos pasa. Yo trabajo hace siete años en el Orense. Soy la más joven. Tengo compañeros que trabajan desde que abrió: hace 45 años”.


Jéssika aclara que no conoce cómo trabajan en los hoteles vecinos: Otelo, pegado a Orense y, dos casas más allá, El Globo. “Somos 14 personas por turno: tres mucamas, recepcionista, mozo, seguridad, la caja, pero ya somos una familia y todos hacemos todo. En tiempos normales, el hotel está abierto las 24 horas, dividido en tres turnos de ocho horas”.


Con una pequeña hija de 1 año, la situación es insostenible para Jéssika y los trabajadores de hotelería turística, familiar y de alojamiento: “Lo comprendemos al dueño, un señor de 90 años que nos explica que si no trabaja, no puede pagarnos. Vivimos de eso. Todos los días nos está mandando mensajes, preguntando cómo estamos. A quienes no tenemos otro sostén económico, nos ha ayudado con mercadería”.


La situación ha obligado a algunos hoteles a cerrar sus puertas y convertirse en un lavadero, como el de la esquina de Francisco de Aguirre y Alberti: “Sacaron a la calle a vender todo: las camas, los colchones, las mesitas de luz, todo”.


Jéssika cobra el IFE, pero 10 mil pesos no le alcanzan. Ha buscado trabajo, pero no ha tenido suerte. Se ilusionó con volver a trabajar este miércoles a la noche, pero las puertas que abrió hace siete años hoy continúan cerradas. Y cientos de parejas tucumanas siguen a la espera: “Los jueves, viernes y sábados es cuando más se trabaja: 450 pesos sale el turno de dos horas y toda la noche 600. De lunes a jueves cambia. Y hay una promo desde las 5 de la mañana hasta las 11 con el desayuno incluido por 800 pesos”.


Cuando más cuartos del hotel Orense limpia Jéssika no es a la noche: “A la siesta se mueve mucho. A la mañana también: pueden entrar 20 parejas. Pero el horario que más funciona es de 18 a 22: hasta 70 parejas vienen. El Orense es uno de los hoteles más recomendados justamente por su limpieza”.


Cinco personas, entre ellas Jéssika, iban a ir esta noche a poner todo en condiciones para abrir nuevamente el hotel: “No se ha solucionado el conflicto. Y está todo muy bien con el reclamo, pero nadie ha pensado en nosotras, las mucamas: la mucama corre mucho peligro, no sabemos quién entra, si está contagiado o no. Nadie ha pensado en esa parte, ni la recepcionista ni nadie tiene contacto con la pareja. Nosotras somos las que limpiamos, ¿si nos contagiamos? Necesitamos contar con todas las medidas de seguridad: guantes, barbijos, ropa de trabajo para este tiempo especial”.


Son siete años de duro trabajo para Jéssika, de limpiar cuartos, cambiar las sábanas, barrer, los baños, lo que dejan los clientes, y lo que se llevan: “Tenemos clientes para todos los gustos. Hay gente grande y gente joven. Vi cada cosa… Hemos pasado de todo: nos cortaron la cara, nos pegó una mina, nos rompieron las mamparas, otros que nos dejan todo limpio, pero también están los que nos roban las toallas, hasta una tele nos robaron. Ojalá que volvamos a trabajar, pero con los cuidados del caso: lo necesitamos”.