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"Su casa era un hogar, todo lo que se dice es falso": quién era Laura Gabriela Picciuto

CHACABUCO 59

"Soy una mujer muy sola en una casa muy grande" habría dicho Gaby a su amiga un poco antes de su asesinato. Quién era, y qué soñaba la persona que fue hallada sin vida en un tanque de agua en Chacabuco 59.





Un cuerpo en Chacabuco 59. El cadáver de la Chacabuco. El crimen del microcentro. Y así, con muchos términos que nos dicen mucho y nada, se va borrando el verdadero nombre detrás del horror: Gabriela Picciuto.

Gabriela, Gaby, tenía 48 años. Nacida en el interior tucumano, más específicamente en Monteros, aterrizó en la capital tucumana hace más de 20 años. Su relación amorosa más estable fue con el que fuera su esposo, José Luis Fumero, con quien tuvo una hija, la cual vive hace muchos años con su abuela en Monteros.

Ana y Gaby se conocieron hace diez años, de casualidad. Ana cumplía años y había organizado su festejo en el centro, al cual llegó Gabriela casi de casualidad. Allí se conocieron, y ahí comenzó su amistad. Ana comenzó a frecuentar a Gabriela en su casa para tomar el té, merendar. Así fue como su amistad se fue profundizando.

“En esa época ella tenía alquilado uno de sus locales comerciales del frente de su casa a una pareja de odontólogos en los que confiaba mucho. Por eso se iba dos o tres días tranquila de su casa y se quedaba a dormir en la mía, confiaba en ellos. Toda mi familia la conocía” reveló la amiga de Gaby para eltucumano.

En los medios de comunicación, pero sobre todo entre la gente que sigue el caso en general, parece haberse formado una opinión bastante difusa de la víctima de este horroroso crimen. Por eso, una amiga muy cercana quiere esclarecer un poco el perfil que se generó en cuanto a Picciuto. “Dicen que era prostituta, que dejaba entrar a cualquiera a su casa, que era una drogadicta. Nada de eso era ella. Nada”.

¿De qué vivía Gaby? “De sus alquileres” afirmó Ana. “Ella vivía en una casa enorme. En el frente tenía dos locales comerciales, y de manera independiente tenía también unas oficinitas, que transformó en habitaciones para estudiantes, y que habían sido ocupadas hace poco por sus inquilinos que ahora están detenidos”, explicó.

"Ella creía mucho en Dios y leía mucho la biblia. Hace algunos años iba a una iglesia evangélica. Yo soy cristiana y vi con mucha tristeza esos dibujos feos en las paredes de su casa".

“Mi amiga no era prostituta. Ella inclusive no vivía de manera holgada. Todo lo que le entraba de dinero de los alquileres era para su casita. Siempre estaba pendiente de mejorarla, y con muchísimo esfuerzo convirtió esas oficinitas en habitaciones amobladas para estudiantes” dijo.

El 12 de mayo, un albañil que se encontraba realizando refacciones en el domicilio, se dejó guiar por el olor y llegó hasta el tanque de agua, en donde yacía el cuerpo de Gabriela hace –se estima- dos meses, envuelto en acolchados.

El carácter de Laura Gabriela, un tema discutido entre sus allegados

Una de las cuestiones más sonadas de esta investigación, fue el hecho de que Laura Gabriela habría tenido conflictos varios con sus inquilinos a través de los años. Sin embargo, Ana tiene su teoría al respecto: “Nosotras somos mujeres solas en la vida. Quienes tienen un marido o una familia que acompañe no sabrán de qué hablamos cuando contamos esto, pero cuando sos sola tenés que desarrollar cierto carácter ante la gente, sino se aprovechan y te pasan por encima. Gaby vivía con miedo de que los inquilinos no se le quieran ir, tenía que marcar distancia e imponerse todo el tiempo. Y todo esto sumado a que tenía sus problemas personales, se alteraba muchísimo con todo lo relacionado a la casa”.

"Gaby sufría desde que perdió la custodia de su hija, y también por la pésima relación con toda su familia... su historia en definitiva es una historia triste, muy triste. Ella tomaba pastillas para dormir, trataba de no pensar, pero a su vez se enojaba rápido"

Como si fuera una suerte de presentimiento ante el horroroso hecho que le arrebataría la vida años más tarde, la amiga de la víctima nos cuenta que ella siempre temió por lo que podría pasarle a raíz de ser propietaria de una vivienda tan grande y en pleno centro tucumano: “La gente que se acercaba a Gaby se terminaba cansando porque ella temaba mucho con la casa, siempre estaba pensando que se iban a aprovechar, que le iban a robar, que la iban a sacar de la casa. Para ella esa propiedad lo era todo, y sobre todo porque era para su hija. Siempre remarcaba que todo su esfuerzo y trabajo era para dejarle a su única hija. Yo misma que era amiga no podía llegar sin avisarle, no me abría la puerta sin saber que era yo la que estaba afuera, odiaba que le caigan a la casa sin invitación”, aseguró.

En su vida privada, según cuenta su mejor amiga, Gaby tenía mucho interés en mejorar su hogar estética y funcionalmente: “Siempre sumaba una plantita, un tapetito, cambiaba las puertas, amaba su casa. Me llamaba y me preguntaba si yo había sumado algo nuevo en la mía y me contaba de los avances en la suya. Cuando dicen en la tele que su casa era un desfile de gente entrando y saliendo no les creo. No creo nada”, remarcó.

“Una persona con problemas de adicciones usa todo su dinero para consumir, Gaby ahorraba para comprarse muebles, para mejorar la propiedad para su hija, para comprarse otro mantel, y esas cosas. No tiene sentido nada, ella no era todo eso”.

“Ella era una persona infinitamente sola. Charlábamos mucho, por horas. Era muy culta, además de ser azafata hizo teatro, un tiempo estudió en Filosofía y Letras, podías hablar de lo que sea con ella, conversar de lo que sea, era muy inteligente, tenía ciudadanía italiana, te contaba de sus viajes, pero a la vez no se retiraba mucho de su casa porque era muy solitaria y no le gustaba casi salir. Con decirte que una vez estuvo tomando una cerveza en su casa con la peluquera, y me llamó para avisarme, porque ya estaba desconfiando de la situación. No quería tener tanta confianza con sus inquilinos”.

Unos días previos a lo que se prevé como su fecha de muerte, Picciuto tuvo un fuerte conflicto que llevó a una pelea física con una de las inquilinas, quien tenía una peluquería en el lugar, y que acusaba a G. de haberle robado un televisor.

“Hace un tiempo yo la vi, y la casa estaba como siempre, amoblada, normal. Eso era un hogar. No es el lugar vacío que marcaron como deshabitado en los medios”, dijo.

“Ella no era ambiciosa. Vivía muy austeramente y se medía en todos los gastos. Si le entraba dinero de menos un mes por falta de pago de algún alquiler, ella sobrevivía a fideos con huevo y no tenía drama. Usaba bicicleta para no gastar en transporte. Todos sus ingresos iban dedicados a mejorar la casa, y al final le robaron todo. Su identidad, su vida, su historia y hasta su nombre” se quejó, recordando nuevamente el triste crimen de Chacabuco 59.

Ella vivía pensando que se iban a aprovechar de su casa, y terminó siendo así

Si Gaby viera todo lo que se dice me diría “vos deciles que no es verdad, deciles que esa casa es mía, que la hice para mi hija” y estoy segura de que ella sostuvo eso siempre. No es justo. Les falta conocer más a Gabriela. Yo sé que ella tenía conductas locas, que desconfiaba. Pero hoy en día veo que ella vivía pensando que se iban a aprovechar de ella y de su casa y terminó siendo así.

Finalmente, el mensaje de Ana es el pedido de justicia que tanto espera la sociedad tucumana para su amiga: “Es terrible lo que hicieron. Me está costando mucho, no lo puedo creer, es una película de terror. Es espantoso lo que pasó con mi amiga. Yo siempre la vi en su casa, con sus cosas, nunca jamás esperé esto. Espero justicia aunque espero más de la divina que de las de los hombres. Es una cosa espantosa. La última vez que la vi me dijo: ‘Soy una mujer sola en una casa grande. Vos sabés como es’.