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"La tucumaneidad tiene cosas que son una mierda": Juliana González se vuelve más culiada en su último show

ENTREVISTA

La humorista apela a su faceta más ácida en su show de stand up “Dejá nomá” mientras prepara el regreso a las tablas como actriz. Se viene la Juli Evil y parece dispuesta a pegar donde más nos duele a los tucumanos. Por Exequiel Svetliza.

(Foto: gentileza Juliana González)





Como esos personajes de los dibujos animados a los que se les presenta arriba de la cabeza un ángel y un demonio que lo apalabran y buscan guiarlo por el buen o mal camino del mundo maniqueo de la ficción, esta vez Juliana González parece haber escuchado al diablito. La humorista apela a su faceta más ácida y saca a relucir un inusual e insospechado culiadismo en Dejá nomá, su último show de stand up que sube a escena el viernes 11 de abril a las 21.30 en el Teatro Rosita Ávila (Las Piedras 1550). Hilarante y profunda, pero a la vez indolora como puñalada de payaso; la versión evil de La Juli está dispuesta a hurguetear en las placas tectónicas de la tucumaneidad para hundirse en sus zonas más oscuras con el siempre loable fin de arrancarnos carcajadas.

Ágil y escurridiza en su bicicleta entre el caótico tránsito autóctono, Juliana -La Juli para los que la conocen- llega algo agitada de tanto pedalear a las instalaciones de eltucumano.com: atuendo urbano, relajado y con reminiscencias roqueras. Ojos grandotes siempre bien abiertos y sonrisa de dos plazas y media tentadora como pelopincho llena en una siesta abúlica de verano. Flequillo rectilíneo entre la vieja escuela rolinga y una moderna frescura pop. Canchera, agradable y con pinta de buena vecina, Juliana emana el aura luminosa de la gente que uno quiere tener siempre como amiga. A prima facie, nada hace sospechar que, tras esa fachada de amabilidad y buena onda, se incuba el germen de un meditado culiadismo. Ojo, culiadismo bueno, como un caramelo Fish morado: dulce por fuera, ácido por dentro. Todo un mundo de sensaciones.

La que hace muecas histriónicas, la que la rompe en las redes con sus videos, la que nos hace reír cada vez que se sube a un escenario y la que adoctrina a las nuevas generaciones de comediantes tucumanos en sus clases de stand up. Esa Juliana González no siempre fue graciosa. O lo era, pero no se reconocía como tal. “Los otros me decían que era graciosa, pero yo no me daba cuenta. Hay una gran diferencia entre la autopercepción y lo que otros opinan o creen de vos. Como que lo otros siempre tienen una mirada más objetiva de la que tiene uno tiene. Me pasaba que me decían ‘boluda, sos muy graciosa’ y a mí me embolaba eso porque no lo veía yo, era que los otros descubrían algo que yo no podía ver. ¿Has visto esos actores que dicen ‘yo de chico ya sabía que quería ser artista’? Como que de niños encuentran su veta artística. Yo no, lo descubrí de grande, a los 15 o 16 años”, comenta la humorista de 38 años.

-Pero… ¿contabas chistes?

-No, nunca… no sé contar chistes… esos tipo: “Dice que había un machao…” No sé ninguno de esos. Mi mamá y mi abuelo son santiagueños y todos ellos contaban altos chistes, eran bien chicaneros y bulineros. Los chistes que se contaban en ese tiempo, claro. Ese es un formato que lo hace un contador de chistes, es una técnica y hay que ser pillo con eso. Hay que entender y yo soy malísima para eso. Lo que sí yo era, y un poco lo soy, medio bromista… soy medio de chicanear y hago bromas con la gente con la que puedo entenderme y con la que tengo confianza. Me embola un montón que me hagan chistes si yo no tengo esa confianza con vos.

Pero esa niña que no sabía contar chistes creció viendo en la tele los sketches de Antonio Gasalla. Después, también a través de la pantalla, conocería a los desopilantes personajes a los que interpretaban Alfredo Casero y Diego Capusotto en el ciclo Cha Cha Cha: “Me gustaba lo exacerbado, esta cosa muy llevada al extremo, pero a la vez eran cosas muy identificables… era muy loco porque creo que ahí es donde entra el humor, cuando lográs que eso se vuelva identificable. Creaban personajes que eran muy mundanos y muy erráticos. El Batman ese que hacía Casero, por ejemplo, ese Batman que era medio panzón, que andaba en un auto hecho mierda… era muy cercano, muy argentino y muy clase media”.

Más que el humor, lo que a Juliana le volaba la peluca era el universo de los actores: “Yo veía muchas películas y series y me seducía el universo de la actuación. Me encantaba porque me conmovía y no me conmovía porque fuera una película triste, sino por la misma composición; la actuación de la historia”. Atraída por el mundo de la ficción, a los 15 años vio un aviso en el diario que anunciaba un taller de actuación. Aunque costaba una moneda, sus padres accedieron y empezó a estudiar con el maestro Raúl Reyes. Ese fue un camino de ida. Años después, cuando llegó el momento de ingresar a la universidad y a contramano del mandato paterno que la veía como médica, no dudó en elegir la carrera de teatro.

¿Cómo fue entonces que aquella Juli que no contaba chistes ni se percibía graciosa dio el salto del teatro al mundo del stand up? El primer contacto con el género vino de la mano de un libro del humorista Guillermo Selci sobre los fundamentos del stand up que le regaló su amigo Gabriel Carreras. Cuando se mudó a Buenos Aires en 2014 comenzó a hacer taller de actuación, de improvisación y también de stand up. Y ese fue todo un descubrimiento. No sólo pudo corroborar que era graciosa como todos le decían, sino que podía subirse sola a un escenario sin toda la parafernalia de la puesta en escena teatral y hacer reír a los demás.  

Y como en aquel entonces, en eso anda la Juli por estos días, meta pedalear proyectos que la llevan del stand up al teatro como quien transita entre las risas y las pulsiones más emotivas del ser humano. Empecemos por la Juli standapera:

-¿De qué va el espectáculo de Dejá Nomá?

- Es un laburo que me parece que lo voy a disfrutar un montón porque ya vengo trabajando sobre este material hace tiempo. Es un material que es un poco más ácido que el anterior y como que me meto mucho más en temas que son universales, pero de una forma más ácida. Yo siempre he sido como muy temerosa de dar una opinión o un punto de vista más lacerante, por así decirlo, en formato de humor. Y ahora siento que no.

- Digamos que te has vuelto más culiada…

- Sí… y sobre todo con Tucumán… porque creo que hay una suerte de idealización o de ciertas cosas que Tucumán tiene que son preciosas, pero, a la hora de hablar de la tucumaneidad siempre como que hubo una cosa medio idealizada de la tonada, de la empanada, de los paisajes, del locro, de la humita, la gente, los amigos…Pero también hay un montón de cosas de la tucumaneidad que son una mierda y también estamos atravesados por la mierda, cosas que pasan que bajonean a la gente, las tira para abajo.

-¿Vos crees que los tucumanos tenemos una tendencia a romantizar lo que nos pasa?

- Diría que lo naturalizamos. Y también que hay algunas cosas que sí están romantizadas.

-Por ejemplo…

-La tonada, la idiosincrasia de nosotros… como que somos medio pueblo y medio ciudad, la cercanía con los amigos y la familia… que son cosas que están buenísimas y ojalá nunca desaparezcan. Pero también hay otras cosas de las que a mí me interesa hablar, por ejemplo, estoy bastante hinchada las pelotas porque no puede ser que tengamos cuatro tarjetas para viajar en colectivo. Entonces me pregunto cómo lograr que eso en mi forma de comunicación tenga una bajada de línea y a la vez sea gracioso. Porque para bajar línea hay muchos otros canales de comunicación, entonces pensé en dejar de hablarlo de una forma más simpaticona; una forma más buena, correrme de ese lado. Obviamente, el show va paseando por diferentes lugares. Hablo de la muerte, por ejemplo, la muerte como una pulsión de vida. Hablo de la primera vez que me ha caído una ficha de que me puedo llegar a morir. Son temas a los que hablarlos desde el humor es lo más sano y lo más noble que podríamos hacer. Podemos hablarlo, por supuesto, de otra forma, pero las otras formas son más directas y son más impactantes y te golpean más.

-Es una abstracción casi filosófica si se quiere, pero qué te parece que caracteriza al humor tucumano

-Es reflexivo, pero siento que no es muy intelectualizado. No lo intelectualiza tanto el tucumano. Es un humor que va al hueso, se manda sin filtro y va al meollo de la cuestión, no hay tanta intelectualidad. Hay cierta torpeza, pero es una torpeza que también genera un impacto como una piedra en el agua, pero siento que es una torpeza noble.

Así como hay una Juli que nos arranca carcajadas mientras nos saca la ficha, también hay una Juli que se arriesga a darse vuelta como un guante arriba del escenario. Una Juli que desarma, arma y sangra. Veamos en qué anda la Juli actriz:

-¿Se puede adelantar algo del proyecto teatral que estás preparando?

-Es un unipersonal que es una autoficción. Es un laburo que salió de un taller de escritura. Sabía que quería hacer algo teatral, pero sola, o sea, sin otros personajes o actores. Entonces me meto al taller y yo sabía que quería hacer algo y no sabía muy bien qué. A partir de mucha actitud le propongo a mi amigo el director Ezequiel Martínez que trabajemos juntos con toda esa escritura que yo tenía para hacer algo escénico. La obra se va a estrenar en agosto y se llama Kintsugi que es un arte japonés que consiste en volver a armar piezas que se rompen y se trata de un personaje que va contando su ruptura, una separación, cómo eso nos hace mierda, digamos. Como funciona en el stand up también funciona en teatro porque son temas que son universales, la cuestión es cómo lo hacés de una forma atractiva porque todos sufrimos desamor o todos nos enamoramos o todos sufrimos una muerte. El tema está en hacer que eso sea interesante para el público, que la gente la vaya a ver y que salga conmovida.  

-¿Y cómo hacés para desdoblarte entre la Juliana standapera y la Juliana actriz?

- Y me divido de la misma manera en que se divide alguien que tiene dos trabajos. Lo que yo he podido capitalizar del standup es el hecho de trabajar sola, que todo tiene que ver conmigo y con la producción que yo pueda hacer, con los viajes y todas esas cosas que las puedo hacer sola. En teatro siempre dependés también de otros y tenés que aglomerar gente, juntar no solo varias miradas, sino también la dinámica de un grupo de personas. Entonces ahí ya organizás tu tiempo, tus energías y todo con una dinámica que es totalmente distinta.

La Juli actriz y la Juli standapera. La Juli que se anima a hacer de un proceso personal doloroso una pieza artística y la Juli que nos hará mear de la risa el viernes 11 en el Rosita Ávila. La Juli que escucha al angelito sobre su cabeza y la Juli que a veces cae en la tentación del diablito. La Juli que ahora se sube a la bici y sigue pedaleando así en el arte como en la vida.