El drama de la madre de Matías Juárez: "Me enterraron con mi hijo"
HISTORIAS DE ACÁ
María Luna sufrió el peor dolor que se puede padecer en vida: a los 8 años, por causas que investiga la Justicia tucumana, su pequeño perdió la vida. El relato más difícil de una mujer que no sabe de dónde saca fuerzas: "Vivo el día a día".

Matías Juárez entró al Liceo Militar a los 4 años. Las fotos son gentileza de la familia.
María Luna acaba de salir de su trabajo y jura estar preparada para contar su historia. Elige una mesa alejada de El Calafate, pide un cortado que nunca tomará, y cuando se va la moza llega la primera pregunta, la que la lleva a la mañana del jueves 20 de octubre de 2016, el día que ingresó al sanatorio a su hijo Matías Juárez, el día que nunca más olvidará: “Ingresó al sanatorio por una operación programada de amígdalas. Era una cirugía con todos los pre-quirúrgicos completos y correctos. Ese día Matías ingresó a las 7, hicimos todos los papeles, lo llevaron a la habitación y ahí esperamos a que lo llevaran a cirugía. Entró feliz, contento. Tenía 8 años”.
María Luna tenía 18 años cuando supo que estaba embarazada de Manuel Juárez: “No sabíamos cómo íbamos a hacer. Era tan chica. Estudiaba en ese momento y trabajaba. Decidí solo trabajar para que a él no le faltara nada. Matías era la prioridad en todo. Le gustaba jugar al fútbol. Era un poco gordito y me decía: ‘Mamá, el profesor me dice que como yo corro fuerte voy a tener muchas fuerzas en las piernas’. Le gustaba inglés desde el jardín. Había comprado un CD y lo ponía en la computadora y cantaba en inglés. Le gustaba mucho el rap. O ponía en YouTube: ‘Cómo dibujar a Mickey’. Y eso le gustaba hacer. Era sano mi hijo. No tenía nada”.
Mientras el cortado que tiene servido se enfría, María Luna manotea el servilletero y saca un puñado de esas servilletas de papel con un troquelado celeste, un papel pensado para limpiarse la comisura de los labios, pero inútil ante el llanto: “Matías venía teniendo cuadros de angina. Ya eran reiterados. Y uno de los médicos pediatras me dice que había que hacer un hisopado. Cuando hicimos el hisopado, salió que Matías tenía un bichito que se llama estreptococo en la garganta y que lo recomendable era sacárselo. Le pregunté si era posible hacer un tratamiento antes de operarlo y me dijeron que sí: empezamos con penicilina oral y, como no bajaba, hicimos penicilina inyectable por mes durante tres meses. Como no bajaba, había que operarlo. Busqué al mejor pediatra de Tucumán. Me decía que ese bichito podía bajar al estómago o al corazón. Entonces lo operamos”.
Aquel jueves 20 de octubre de 2016 le amarra un nudo en la garganta a María cuando recuerda la internación: “Yo estaba re nerviosa, tenía miedo. No era un mal presentimiento. Era miedo. Ese día lo saludo a Matías y desde la puerta del quirófano le digo: ‘Te amo, hijo’. Cuando le dí un beso, él se reía. En ese momento me dice el médico: ‘Quedate tranquila, mamá, que esto es rápido’. Duraba media hora la cirugía, pero se extendió. Y Matías no venía, no venía, no venía. La operación duró entre 50 minutos y una hora. Estaba intranquila. Iba y venía por el pasillo preguntando. Cuando cierran la puerta del quirófano, escucho a Matías gritando: ‘¡Mamá, mamá, me duele!’. Cuando lo ponen en la habitación, Matías no estaba bien. Estaba helado, morado. Pregunto por qué estaba así y me dicen que eran los efectos de la anestesia. No aparecían los médicos, solo las enfermeras”.
Después del cuadro que vio, María relata: “Le pusieron oxígeno, llamaron a la pediatra y me dice: ‘Mamá, quedate tranquila que esto es un cuadro de broncoespasmos. A la noche se le va a dar el alta’. Cuando le preguntamos al doctor por qué había durado tanto la operación, nos dice: ‘Lo que pasa es que había un punto que no podía suturar bien y esa fue la demora. Quedate tranquila’. Siempre me decían eso: ‘Quedate tranquila, quedate tranquila, quedate tranquila’. Pero cuando voy a terapia a ver a Matías, no veía mejorías”.

Como presagio de lo que iba a ocurrir, María y su familia veían cómo los chicos que habían llegado a operarse después de Matías, ya se iban con el alta, algunos tomando helado, todos sonrientes. “Y yo a Matías lo veía mal. Todo el tiempo me decía: ‘Mamá, mamá, me duele la cabeza. No puedo abrir los ojos’. Después lo supe: Matías no podía abrir los ojos porque ya en ese momento estaba haciendo un ACV. Hizo dos sangrados importantes: el primero, a las 12 de la noche, producto de la misma cirugía, y otro por la nariz y la boca. ‘Ya le pusimos analgésico, ya se le va a pasar’, nos decía la enfermera. Desde mi ignorancia, ya le había pedido a la doctora una tomografía. Recién después de 16 horas le hicieron la tomografía y nos informan: ‘Matías tiene la mitad del cerebro infartado’”.
Las servilletas se terminaron hace rato y ahora María seca sus lágrimas con sus dedos. Ella cierra los ojos para recordar una junta médica, la confirmación de que Matías tenía la mitad del cerebro infartado, y una frase: “El médico me dice: ‘Tu hijo tiene la mitad del cerebro infartado, el motivo no lo sabemos, esto va más allá de la naturaleza’. Yo le digo: ‘Doctor, ¿qué se puede hacer? Mi hijo entró caminando a una cirugía programada’. Él me dice: ‘Mirá, vas a tener que elegir: ponerle un catéter para medir la presión del cerebro o descomprimimos la mitad del cerebro, pero la desventaja que tenemos es que si tiene la presión alta se nos puede reventar el cerebro en la mano’. Le digo: ‘Doctor, usted es médico, ¿qué le puedo decir?’ Le ponen el catéter y tenía la presión alta, hubo que ponerle diez dadores de sangre. El motivo de la muerte de mi hijo es la demora por ese punto que mi hijo tenía y el médico no ha suturado a tiempo. Matías estuvo en coma inducido cinco días. Y el 25 a la mañana ya entró con arritmia y falleció. Mi único hijo”.
Este lunes a la mañana María Luna y familiares de otros casos que denuncian mala praxis marcharon a los juzgados penales pidiendo justicia, celeridad en los procesos administrativos: “Hoy estamos convencidos que Matías ha fallecido de la negligencia y el abandono de persona. Falleció por los sangrados que no pararon: vomitaba sangre y le ponían sangre”. La causa está en el juzgado N°3 a cargo del doctor Francisco Pisa, él tiene que resolver. Lo que queremos es que eleve a juicio la causa, juicio oral y público. Esto no se resuelve suspendiéndolos o que vayan a una probation. Esto es un daño irreversible que nos hicieron. Hay mucha gente que falleció por mala praxis y los familiares no quieren hacer juicio. El 25 de octubre se cumplen tres años del fallecimiento de mi hijo, el vivir cuesta, no puedo hacer mi duelo todavía, tengo que seguir buscando justicia por mi hijo”.
La doctora María del Carmen Reuter, de la fiscalía 3ra, resolvió hacer el requerimiento de elevación a juicio. La causa está en el juzgado N°3 a cargo del doctor Francisco Pisa: “Lo que queremos es que se eleve a juicio la causa, juicio oral y público”, pide María Luna, quien desde hace 33 meses va a la vereda del sanatorio San Lucas a visibilizar el caso de mala praxis que, denuncia, fue víctima su hijo. Cuando está ahí, lleva un megáfono, reparte fotocopias, pide permiso en su trabajo, asiste a las marchas cuando puede, y así transcurre este tiempo que, hace un año y medio, ha irrumpido con el nacimiento de su hija: “Mi hija me da las fuerzas para despertarme. Me ayuda para seguir. Pero tiene una mamá incompleta, una mamá que sufre. Tiene un año y medio, es chiquita. Ella ve las fotos y ella sabe que es hermanita de Matías: ‘Matiti’, le dice. El entorno me ayuda. Pero es difícil seguir en la misma casa. Los domingos para mí son terribles, era el día que lo disfrutaba”.
Acompañada por la doctora Silvia Furque, “quien siempre me acompaña no solo en lo profesional sino en lo personal también y que está muy comprometida con nuestro caso para tener justicia por Matías”, María Luna mira la foto que la acompaña en toda la lucha de una madre que ha perdido a su hijo: es Matías Juárez, con 8 años, en la foto institucional del Liceo Militar, con delantal, la corbatita azul, las manos entrecruzadas, la bandera argentina a un costado y el mapa donde asoma la Antártida por detrás: “Era cadete del Liceo desde los 4 años. Soñaba con ser militar. Hace poco me entregaron el trofeo que él había ganado. Ver a todos los compañeritos del jardín de 4 y que faltaba él es muy difícil. Después de lo que ha sucedido con Matías, el patio del Liceo lleva el nombre de él. Nos han arruinado la vida. Por eso le pido a la Justicia que actúe. Nosotros necesitamos hacer nuestro duelo. Nosotros necesitamos que Matías descanse en paz”.

