"Mal alimentado y torturado": el militar tucumano que se encamina a ser el nuevo beato argentino
Argentino del Valle Larrabure, era un mayor del Ejercito que en 1974 fue secuestrado y asesinado por el ERP. En las próximas semanas se iniciará el proceso diocesano que estará a cargo de siete religiosos. Su historia.

Mayor Argentino del Valle Larrabure.-
“El 19 de agosto de 1975, un hombre común dio su vida en circunstancias extraordinarias. El entonces mayor Argentino del Valle Larrabure se negó a colaborar con la guerrilla del ERP, que lo mantenía secuestrado desde el 11 de agosto de 1974. Pasó 372 días cautivo en una mazmorra mínima en la ciudad de Rosario, Santa Fe. Mal alimentado y torturado, pudo decir “sí” y salvarse a un precio demasiado alto: ayudarlos a fabricar explosivos para seguir matando. Era ingeniero químico y subdirector de la Fábrica Militar de Explosivos de Villa María, en Córdoba. Tenía la fórmula en su cabeza. Dueño de una fe inquebrantable, dijo “no” y mientras cantaba el himno, fue estrangulado hasta morir”.
Así comienza la nota que el periodista Hugo Martín escribió para Infobae, donde informó que en las próximas semanas se iniciará el proceso diocesano, “la instrucción de la causa de canonización del Siervo de Dios coronel Argentino del Valle Larrabure, nacido en Tucumán.
El coronel (post mortem) Larrabure fue, durante 42 años, un hombre anónimo, que vivía para su trabajo y su familia. Nació en la calle Muñecas 609 de la ciudad de San Miguel de Tucumán el 6 de junio de 1932. El menor de ocho hermanos -y séptimo varón- de un matrimonio compuesto por Cirilo Larrabure y Carmen “Clarita” Conde Contardi. Hizo su escuela primaria en el instituto Bartolomé Mitre, y el secundario en el colegio católico Tulio García Fernández. En ese momento se despertó su vocación castrense, y el 1ero. de marzo de 1950 ingresó en el Colegio Militar de la Nación, de donde egresó como subteniente del arma de infantería el 1 de diciembre de 1952.
En el transcurso de tercer año conoció a María Susana de San Martín, a quien llamaba Marisú, y luego de algunos años de noviazgo se casaron el 8 de diciembre de 1955. Del matrimonio nacieron dos hijos, María Susana en 1956 y Arturo Cirilo en 1959.
En 1960 ingresó a la Escuela Superior Técnica. Su primer destino, una vez recibido, fue como Ingeniero Militar en la Fábrica Militar de Tolueno Sintético, ubicada en la localidad bonaerense de Campana, donde llegó en 1965. Mientras trabajaba allí fue profesor de la Universidad Católica Argentina en la ciudad de Buenos Aires. En 1966 hizo un curso en la Escuela de Inteligencia de Buenos Aires. Dos años más tarde continuó estudiando en la Escuela Superior de Guerra, donde hizo el Curso Básico de Comando. El 22 de diciembre de 1969 fue designado como subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos en Villa María, Córdoba.
Entre 1972 y 1973 se mudó con su familia a Brasil. Lo enviaron por sus méritos como Ingeniero Militar para realizar el Curso Profesional del Instituto Militar de Ingeniería en Río de Janeiro. Una vez que concluyó esa etapa, en enero de 1974 regresó al país con el mismo cargo que tenía antes de marchar en la Fábrica Militar de Villa María. Continúo ejerciendo la docencia en la cátedra de química en el “Profesorado Gabriela Mistral”, de las hermanas rosarinas.
El domingo 11 de agosto de 1974 su destino se torció. Lo colocó en una situación límite. A la una de la mañana, el conscripto Mario Pettigiani, infiltrado del ERP en la Fábrica Militar, baleó a su compañero de guardia y abrió una brecha en el alambrado que rodeaba la unidad. Por allí ingresaron unos 70 guerrilleros del ERP. Larrabure y su esposa estaban en una fiesta en el casino de oficiales. Despedían a un grupo de ingenieros y recibían a sus reemplazos. El país estaba en democracia. Gobernaba Isabel Martínez, la viuda del general Juan Domingo Perón, muerto un mes y diez días antes. Se desató una balacera infernal. El comando erpiano obtuvo un botín de 120 fusiles FAL y municiones. Y además, el entonces mayor Larrabure y el capitán García fueron llevados por la fuerza, secuestrados. El último pudo huir, pero recibió una ráfaga de ametralladora que lo dejó malherido.
Por el decreto número 56 del Obispo Castrense, monseñor Santiago Olivera, se ordenó que se abra el proceso sobre el martirio de dicho siervo de Dios, a tenor de la vigente legislación para las Causas de los Santos”. Siete personas tendrán en sus manos la decisión, que será enviada al Vaticano para el veredicto final. Será juez de la instrucción el presbítero Licenciado Roberto Luis Adrián Forte; promotor de Justicia el presbítero Dr. Carlos Rubén Terceiro Muiños; notario el Presbítero Diego Manuel Pereyra; notario adjunto el Dr. Franco Darío Bordón Zanfagnini; perito teólogo monseñor Licenciado Gustavo Fabián Acuña; perito médico el Presbítero y médico Sergio Omar Fochesato; y perito en historia, licenciado Sebastián Miranda.
Esta iniciativa, en lo formal, comenzó el 29 de agosto de 2022, cuando el obispo Olivera le envió una carta al Cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos. solicitando la apertura del proceso: “Le compartí esta inquietud tras conversar con el Papa Francisco, quien me recomendó que haga un proceso ordinario según los pasos y las normas procesales. También le consulté al jefe del Ejército y le envié al cardenal todo el material junto a una carta de Arturo, hijo del coronel Larrabure y otra con la opinión de los obispos”, contó el obispo Olivera a Infobae. La respuesta del Vaticano se envió el 14 de marzo de 2023. El texto, el latín, incluía dos palabras clave: “nihil obsta”. Es decir, que nada obsta, que no hay impedimento para comenzar la investigación sobre Larrabure.
El postulador -una especie de abogado defensor- que nombró el obispo Olivera será el capellán mayor de la PSA Rubén Bonacina, quien tendrá el deber de reunir los testimonios que acrediten la beatitud de Larrabure. ¿Cuándo terminará el proceso? Para el obispo castrense no hay una fecha: “Esto empieza, pero no se sabe el tiempo que puede llevar. El postulador presenta una lista de testigos posibles y después el tribunal puede considerar que otros también son necesarios”
En el caso que la causa llegue al Vaticano, se tendrá que nombrar a otro postulador. O en este caso, según piensa Olivera, una postuladora: Silvia Correale, quien hizo ese trabajo en los casos del Cura Brochero y la laica jesuita María Antonia de Paz y Figueroa, “Mama Antula”.