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Ganó el Santo y lo demás no importa nada

análisis

San Martín sumó tres puntos importantes y se ilusiona. Fiebre de sábado por la noche: Latas frescas, calles cortadas, botellas bailes, cantos y la felicidad del Pueblo Ciruja en el barrio más popular de Tucumán.





Aunque este equipo no trasmita nada de nada, la remeras se revolean en la Pellegrini, en la Rondeau, en la Matienzo: “Que griten la plateas, la popular también, que si gritamos todos, hoy ganamos otra vez”, decía un viejo cántico, ya demodé en estos tiempos de letras más elaboradas, más sofisticadas, pero no olvidadas en su concepto, en su mensajes primero y último: “Que si gritamos todos, hoy ganamos otra vez”, es eso. Es el empuje, somos nosotros, somos San Martín. 

¿Quién más es San Martín? ¿Acaso es algunos de los expulsados prematuros de las últimas fechas? ¿Acaso son aquellos que entran y salen como si nada les importara? ¿Son esos que van y vienen? ¿Son esos 20 que se fueron el año pasado? ¿Los 20 que llegaron este año y que también se irán? O Sos vos un sábado a la noche dejando de lado vaya a saber qué cumpleaños, qué casorio, qué jodita por estar en esa tribuna, gastando varias lucas por estar, en estos tiempos donde el mango no sobra. 

Vos sos San Martín, papá. Vos sos San Martín. Vos sos el Santo gritando como  desaforado el gol de Banegas que, a veces él también parece ser San Martín, con algunas corridas toscas que nos evocan al ímpetu de Pedro Pablo, salvando las distancias, pero aferrándonos a la necesidad de generar la mística que este plantel no tiene pero que, tal vez, entre todos le podamos imprimir. 

Épica no abunda, ni sobra, más bien falta en la cancha, pero en las tribunas sobra, y entonces contagiemos. Si de eso se trata, de que los de adentro den alegría, y los de afuera, pasión. Capaz que por ahí vamos, o empecemos a ir. Quizás así, contra Flandria, pobrísimo equipo, y casi sin querer, haya nacido la comunión que se necesitaba, no por méritos propios, sí por contexto: quedó libre Agropecuario y en la que viene Almirante Brown que después tiene que venir a Ciudadela y ¿Quién te dice? 

Es sábado a la noche y suena La Mona en los altos parlantes de los autos mal estacionados en al Pellegrini y Lavalle, la gente baila, toma y festeja el triunfo recién conseguido: “Lleva sus años aquí tratándose de redondear, una manera más fácil, lo que quiere es cantar”, dice la letra que resume el sentir del Pueblo Ciruja que aún no pierde la ganas de quererles cantar y acá está otra vez aferrado a una ilusión que resiste calculadoras y estadísticas que caen en saco rotos cuando la alegría más elemental se impone en el corazón contento de un triunfo, por más obvio que hubiera parecido a priori. 

Porque aunque cuando ibas en el 17, el 9, el 3, el 12 o el 102, con la camiseta puesta, charlando con el de la par, desconocido que también tenía el manto sagrado pegado a la piel, y los dos coincidían que a estos muertos había que ganarles, también los dos sabían que después había que jugar y por eso, el penal de Dening se grita con el alma y con el alivio del 2 a 0 que algunos dicen que es el pero resultados, pero que  a veces, como hoy, es el mejor resultado del mundo. 

Si querés hablamos de fútbol, de la nada misma, del rival casi indigno, de la Frontineta a la que no le sobra nada y le falta de todo, Del egoísmo de Dening, del corazón gigante de Abregú, de la desilusión Acosta, de las gambetas esporádicas de Ciccolini, de la entrada del Nené Verón Verón y sus muchachos Veronistas. Pero prefiero hablar de vos, Ciruja, de vos y tu alma siempre tan ávida de alegrías que cuando se colma, es mejor disfrutarla así, con canciones que cortan las calles, que llenan de color el barrio más popular del país, que cada tanto tiene motivos para sentirse pleno, que nunca, pero nunca, se arrepiente de lo que es, y que siempre le da gracias al cielos, gracias al cielo de haber nacido Ciruja.

Que mañana juega Almirante contra Morón, que los mejor es el empate, que en la próxima quedan libres, que después vienen a Ciudadela. Que todavía hay chances y que mientras estés vivos, aunque estés enterrado se puede salir, que quizás, a estos matungos que vinieron de afuera, la camiseta los termine poseyendo con el espíritu de Jacinto, del Capo, de Pichón, del Tigre, del Ratón. No sé, tal vez, en una de esas. Por la dudas, mientras tantos, en las tribunas seguiremos estando. Hoy con la lata abierta, la camiseta puesta y la ilusión alerta, porque ganó el Santo y lo demás no importa nada.