"De chico, trepaba un portón de la Pellegrini para ver los entrenamientos": Ariel Martos auténtico y a fondo
En la previa del duelo con Patronato, El entrenador de San Martín pasó por los estudios de La Tucumana (FM 95.9) y se mostró como nunca antes. Nacido y criado en plena Ciudadela, cuenta los detalles de una vida al rededor del Club. Su historia como futbolista, su pasión por el deporte, su vocación de entrenador, sus sueños cumplidos y los que aún les falta por cumplir.

Casi 10 minutos antes de la hora acordada, el timbre de Moreno 250 suena. 17.49 marca el reloj de WhatsApp con el mensaje que dice “estoy afuera”. La puerta se abre y Ariel Martos ingresa a la hermosa casa donde conviven, como si fuera una sola cosa (y lo son), el diario El Tucumano y Radio La Tucumana.
Esos minutos sirven para acomodar cámaras, micrófonos y charlar, café sin azúcar de por medio, del presente del equipo, un poco de los refuerzos y otro poco de los esfuerzos: la velocidad del Wachi García, la potencia de Esquivel, el oficio de Pino, el crecimiento de los más jóvenes, la garantía que ofrecieron los centrales casi juveniles.
El único límite es el tiempo, a las 19.00 debe irse porque tiene terapia, y es fundamental para él. Acá no hay guiones, ni preguntas pactadas, ni respuestas arregladas, la nota se graba de un solo tirón, sin cortes, como si fuera en vivo. Ni él es Milei, ni yo soy Jonatán Viale, ni León Torrente (el productor) es Santiago Caputo, ni Joaquín Rostán (operador de técnico) es el editor que no edita de TN. No hay cortes. Se habla de corrido.
Si hay una petición previa: “No quiero hablar del caso Levi”, dice Martos y agrega: “Es un tema cerrado para mí, ya dije todo en la conferencia de prensa hoy y no hay nada más para agregar”. A nosotros tampoco nos interesa indagar en los pormenores de la separación del plantel de un jugador con un solo partido como titular y apenas un puñado de ingresos en los últimos minutos. La idea no es ni incomodar, ni acomodar a nadie.
Cuando la cámara se prende y el micrófono se enciende, no tarda en reconocer que no está en un lugar tranquilo, pero que está haciendo lo que realmente le apasiona y que por eso lo disfruta. Admite haber crecido mucho profesionalmente desde su llegada al Club de la mano de Pilla Pollo Marchese, con un proyecto traído desde la exitosa y efímera incursión de UTA en el fútbol tucumano. Fue Emilio Luque quien le abrió la puerta y quizás Martos haya sido su único legado en su cortísima presidencia.
La entrevista es un viaje en el tiempo: al pasado y al futuro, incluso a su época como futbolista, cuando fue 9 en Central Norte, cuando la Liga Tucumana no quedaba tan lejos de la Primera División: “jugué hasta los 19 años y dejé por una lesión, pero aparte yo ya me encontraba dirigiendo fútbol infantil y mi pasión por el fútbol la canalizaba por ahí. No sé si era goleador, pero me defendía. También tuve el sueño de ser jugador de fútbol, jugué toda mi vida, desde chico, pero a veces las cosas no son como uno quiere, la vida me trajo por este camino y no me puedo quejar”.
Nacido y criado en Ciudadela, se declara hincha de toda la vida y, dejando atrás la seriedad y la timidez que lo acompaña en casi todo momento, la cara se le ilumina cuando recuerda su primer viaje junto a su padre a ver a San Martín contra Argentinos Juniors a Córdoba, recuerda cada detalle: los Cirujas en la ruta y llenando el Chateau Carreras y cuando piensa en la formación de esa noche la reza de memoria mejor que al Padre Nuestro: “Quedó Guillén; Robles, Cejas, Juárez y Carlos Guillermo Díaz; después Noriega estaba de 8, Monteros, Roque Martínez; Troitiño, El Coya Gutiérrez y Torales”, dice y no erra ni un nombre ni posición, de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda, como corresponde.
Un recuerdo lo lleva a otro: a cuando saltaba el portón de la Pellegrini para colarse a ver las prácticas la de ese equipo y también a las del 88, comandado por Nelson Pedro Chabay: “El equipo que llegó a Primera y le metió 6 a Boca, el mejor equipo que yo vi…íbamos a la cancha ver por cuánto ganábamos”, dice y no puede olvidar que caminaba escasos metros de la mano de su mamá que lo miraba entrar a la cancha, el subía hasta arriba y desde allí la saludaba, ella, tranquila, se volvía a su casa, sabiendo que su hijo estaba a salvo y seguro en el Estadio Más caliente del país aunque todavía no lo apodaban así.
Para entonces, también era común que los changuitos del barrio, utilicen la canchita que había donde hoy está el playón para jugar a la pelota, cuando la cancha era menos hermética, mucho más abierta a los vecinos.
La sonrisa se le va cuando vuelve al tiempo presente y se acuerda cuánto le “jode" que la formación aparezca 48 horas antes: “Yo no veo que eso pase en otros clubes”: “Le da ventaja al rival… Alguien filtra la información y son pequeñas ventajas que en el fútbol de hoy son importantes”.
Este San Martín es un fierro caliente, el año no será fácil, decía en sus primeras conferencias de prensa, sin embargo, esto parece no pesarle, por eso explica que no le tembló el cuerpo cuando entró a la cancha contra Ferro: “No sentí ninguna sensación diferente a las veces que ya lo había hecho, entré muy metido en el partido, pensando en cómo se pueden desarrollar las cosas”.
Más tucumano que el alfeñique, ha sufrido en carne propia los prejuicios que indican que todo lo de afuera es mejor: “Está instalado que el jugador tucumano no es profesional, que el entrenador no es profesional, y yo creo que no es así, mucha gente ha surgido y trascendido desde Tucumán. En Tucumán hay un buen material desde lo técnico, pero hay que acompañar con una buena formación, los chicos están preparados para jugar en San Martín, pero por supuesto que necesitan confianza”.
En cuanto al juego, admite que el equipo está en formación, pero que hay “respuestas muy positivas”, y aunque prefiere no hablar de plazos, sabe que todavía falta para encontrar el funcionamiento ideal: “Me gusta que se maneje bien la pelota, con buena circulación, si se puede atacar de manera directa, mejor, lo estamos trabajando y lo vamos a conseguir, no pretendemos hacer un monopolio de todos los partidos, pero si tratar de ser protagonistas”.
Sobre el plantel, no vacila y se declara “absolutamente conforme”, tanto con “los nombres, con la actitud, con la forma en la que han sumado al grupo”. Para eso, destaca el rol de los referentes, los que se quedaron, los que tiene sed de revancha: “Saben a lo que apuntan, saben que el objetivo es ir partido a partido, que no hay que ponerse objetivos lejanos. Cada vez que se incorpora un jugador nuevo, lo van sumando a esa idea, volcándole la experiencia que ellos tienen y marcándole también cuál es el rumbo y en ese sentido los referentes lo tienen muy claro”.
Ya sobre el final dos respuestas lo definen, cuando se le pregunta por el gran objetivó, el ascenso, es cauto, prefiere no vender humo: “Tenemos que ir partido a partido”, repite, pero se anima a sostener que “puede haber un futuro próspero”. La otra respuesta es, quizás, la más importante: “Hay que defender la casa, cuando alguien entra no hay que dejar que se lleven nada… San Martín es mi casa”, asegura, por si a alguien le quedaba alguna duda.