Sesiones de fotos a la distancia, cuando el erotismo se vuelve más íntimo
Arte y pandemia
Ante el obstáculo de la cuarentena, el fotógrafo tucumano Alejandro Grosse comenzó a realizar sesiones a través de WhatsApp donde los límites entre lo público y lo privado parecen desdibujarse. Conocé las primeras producciones con Lucía Goloboff como la sensual protagonista.

Lucía derrochando sensualidad ante la cámara.
El sueño de todo voyeur es volverse invisible ante los demás para poder posar su mirada donde habitualmente no se puede ver; ahí donde muchas veces los tabúes o los prejuicios imponen un muro infranqueable. Durante dos siestas, la modelo tucumana Lucía Goloboff le abrió las puertas de su cuarto y de su jardín al fotógrafo Alejandro Grosse para que retratara esa intimidad a través del lente. Alejandro no estaba ahí. Era sólo un ojo y una voz del otro lado de la pantalla de un teléfono. La pandemia y su exigencia de distancia social ha impuesto nuevas reglas a la vida cotidiana, pero el arte siempre se las ingenia para inmiscuirse. El experimento de las sesiones de fotos a distancia pone en juego la posibilidad de un erotismo más intimista; una manera distinta de mirar por la persiana entreabierta para saber qué hay ahí donde no se nos permite ver.
La hora elegida fue la siesta por la luz que se filtraba a través de las cortinas de colores de la habitación de Lucía. Esa claridad es la que se desliza por los contornos de su cuerpo recostado en la cama y con las piernas enfundadas en medias bordó hasta arriba de las rodillas. Los pechos emergen, turgentes, en la camisa abierta haciendo juego. De fondo, las fotos y dibujos en la pared, los recuerdos velados como todo tesoro personal. Esa misma claridad de la siesta le transparenta la mirada, certera, incisiva, hipnótica, entre las plantas del patio de su casa dos semanas después. El artífice de esas imágenes fue Alejandro, pero él no estuvo ahí. Aunque, en el mundo de la virtualidad, hay otras formas de estar.
“Cuando arrancó la cuarentena me empezó a agarrar la abstinencia fotográfica y empecé a pensar en cómo seguir creando imágenes. Entonces, vi por Instagram fotos de videollamadas, pero tomadas por una cámara y me pareció interesante hacer fotos a la distancia. El método todavía no estaba adaptado porque perdés calidad sacando fotos a una pantalla, por eso me incliné por la opción de hacerlo a través de capturas”, explica Alejandro Grosse lo que fue la génesis de esa experimentación fotográfica que llevaría a cabo semanas después a través de una videollamada por WhatsApp y con Lucía Goloboff como protagonista.
Lucía empezó a participar de sesiones de fotos en 2014 cuando decidió ser la modelo de su propio emprendimiento de indumentaria y luego fue parte de otras producciones profesionales, pero esta era la primera vez que posaba para Alejandro. Ambos venían charlando para trabajar juntos, pero la llegada de la pandemia y el aislamiento social impidieron que se juntaran. Ante la imposibilidad de una sesión convencional, él le propuso que las fotografías se realicen a distancia. “Me gustó la propuesta y me pareció que estaba copado mostrar de una forma artística esto de la cuarentena y la cotidianeidad de estar todo el tiempo con uno mismo”, comenta Lucía que tiene 27 años y es acróbata. Del lado de Alejandro, reconoce que esta nueva modalidad tiene una serie de limitaciones técnicas como la imposibilidad de moverse, modificar el encuadre y hasta se pierde el lenguaje corporal del propio fotógrafo a la hora de dar indicaciones. Pero también tiene el beneficio de la invisibilidad, de estar ahí, aunque no del todo y, principalmente, no de una manera que inhiba a quién está del otro lado de la cámara: “Es una ventaja que sea a la distancia porque es como que eso es menos intimidante, casi que no existe tu presencia. Yo soy muy de experimentar y no me parece nada disparatado que en el futuro haya sesiones a la distancia de manera profesional”.
Este presente donde las redes sociales y las pantallas son las formas más seguras de vincularse a los demás ha vuelto posible esa manera de mirar tan de cerca estando lejos. Ahora, la cámara se inmiscuye de manera sigilosa en la cotidianeidad. “Todo parte de una idea más amplia que es la de aprovechar la oportunidad para meterme en la casa de cada uno, de ser una especie de voyeur para ver dónde transcurre la cuarentena de esa persona, elegimos el cuarto porque es lo más íntimo de tu casa. Es algo que, normalmente, es casi imposible que lo hagas o que te cueste mucho más. Es como entrar al cuarto de cualquier persona en cualquier parte del mundo desde el celular”, explica el fotógrafo.
Desde que incursionó en la fotografía digital hace ya cinco años y como puede apreciarse en su página web, Alejandro se interesó por el erotismo, aunque aclara: “No es el erotismo tradicional tipo revista Playboy mostrando tetas y culos, las protagonistas de mis fotos son mujeres empoderadas que muestran su cuerpo porque se sienten bien mostrándolo”. Según explica, en su obra la intención no es sólo mostrar los cuerpos por puro placer exhibicionista, sino que busca interpelar a quien está del otro lado para socavar las estructuras mentales arcaicas y binarias que piensan sólo en términos de hombres y mujeres: “Creo que a toda la corriente actual de la diversidad sexual y de género hay que aceptarlas como una realidad y dejar de imponer una visión binaria de la sexualidad. Mi fotografía busca una mirada disruptiva que cuestiona las estructuras mentales acerca del sexo. Me gusta plantear esto en mis fotos y confrontarte para que eso te haga ver tus prejuicios y tabúes”.
“Creo que de esta manera se puede llegar a otra forma de erotismo; una forma donde se puede llegar a uno mismo, un erotismo como muy natural. Me parece que se puede generar una sensualidad sólo por ser una misma, sin el objetivo de erotizar al otro. Es una forma de sensualidad de uno habitando uno mismo, desde la intimidad. Creo que ayudó mucho para eso este formato”, reflexiona Lucía Goloboff que estudió cine y siente una especial afición por el lenguaje visual. Las sesiones de fotos que hizo con Alejandro dando las indicaciones a través del teléfono fueron producidas en la casa que comparte con sus padres y su hermana, quien la ayudó con las imágenes en el jardín. Si bien cree que en la provincia todavía predomina una mirada muy conservadora respecto de este tipo de expresiones artísticas, también considera que las nuevas generaciones han llegado para romper con esos antiguos prejuicios: “Los comentarios que recibí fueron todos muy positivos, quizás el público tucumano es cerrado, pero hay un montón de jóvenes que se están abriendo a mostrar su cuerpo y a comunicar a través de él. Está surgiendo esa posibilidad de jugar y de explorar el propio cuerpo y que eso no sea un tabú o que no tenga una gran connotación sexual. Históricamente, estamos viviendo un momento en el que el modelo de mujer que predomina es la mujer que se ama a sí misma y se quiere como es. Quererte y mostrarte no tiene por qué ser una cosa acompañada por miles de luces y todo lo estrafalario de una sesión de fotos profesional”.
Cuando Alejandro heredó a los 16 años la cámara Olimpus de negativo de su padre, lejos estaba de imaginar la revolución digital que se vendría tiempo después. Entonces, como la máquina tenía roto el sistema automático, lo que hizo fue estudiar las instrucciones para operarla de manera manual. Pero su devoción por la fotografía de autor llegó con los libros. Como no tenía manera de comprarlos, cada semana se llegaba por la librería a ojear las novedades. Así descubrió a sus fotógrafos preferidos Helmut Newton, Sebastiao Salgado y Joel Peter Witkin. Después, la vida lo llevó a estudiar la carrera de marketing en Buenos Aires y, cuando volvió a despuntar su pasión por la fotografía hace cinco años, el mundo ya era digital. Será por eso que ahora, a los 47 años, no le teme a los cambios en un arte que parece en continua transformación: “Estamos viviendo una revolución tecnológica en la cual la fotografía está todo el tiempo evolucionando. Lo de la fotografía a distancia, por ejemplo, es un planteo que hace un par de años era imposibles de imaginar. Creo que la pandemia lo único que ha hecho ha sido acelerar procesos que ya existían. Actualmente, hay mucho voyerismo, pero también hay mucha gente que disfruta mostrándose o mostrando elementos que antes estaban ocultos. Hay chicos y chicas que están generando material todo el tiempo, hay una simbiosis que nunca antes existió”.
Esa simbiosis de la que habla Alejandro es la que tiene de un lado a quienes buscan mirar por la rendija abierta que dejan las vidas ajenas y, del otro, a los que disfrutan de mostrar sin tapujos. Durante la pandemia, nos hemos acostumbrado a ver a los músicos cantando desde el living de su casa, a personas que muestran lo que cocinan, lo que comen, lo que hacen y también lo que dejan de hacer. Las pantallas se han vuelto, ahora más que nunca, ventanas indiscretas para asomarse a los demás. Los límites son cada vez más difusos, al punto de que acaso lo voyeurs ya no necesitan soñar con la tan deseada invisibilidad: “La línea entre lo privado y lo público se desdibuja; esa línea ahora está gris. También la línea que separa a una modelo de una chica que no lo es y lo mismo pasa con los fotógrafos que ya no son quienes tienen el monopolio de la calidad. Hoy hay personas que con sus celulares sacan fotos más expresivas que las que sacan los fotógrafos profesionales”.
Mirá la sesión de fotos de Lucía Goloboff:



