Hace 22 años Tucumán despedía al mayor prócer de la cumbia: el Maestro Avelino
Carlos Abel Gómez es ya una leyenda de la música tucumana. A 22 años de su partida, recordamos su infancia difícil, su legado musical y su relación con las tribunas decanas donde una vez el árbitro detuvo el partido para que Los Avelinos dejaran de tocar. Video.

El maestro Avelino. (Crédito: gentileza Carlos Avelino Gómez)
Si la cumbia tucumana su propio panteón de próceres, Carlos Abel Gómez ocuparía el lugar más preponderante. El Maestro Avelino sería como un José de San Martín o un Manuel Belgrano, pero sin espada, sino con su icónico saxofón en la mano. El 20 de diciembre de 1999, hace exactamente 22 años, lo lloraban las radios de los barrios más populares de la provincia donde su música fue y sigue siendo sinónimo de baile y alegría. Ese día, el músico pasaba a la inmortalidad dejando un legado de 67 años de carrera artística, más de 80 álbumes, 15 discos de oro, 5 de platino y 3 doble platino. El prócer musical dejó una marca indeleble en la cultura tucumana y en las tribunas decanas donde supo ser la banda de sonido gloriosas jornadas futbolísticas. Así lo recordamos.
El Maestro nació en 1929 en Trancas y a los siete años quedó huérfano. Al quedar sin padres, Don Avelino recaló en la Colonia de Menores, lugar en el que conoció a la persona que lo empujó a la música: Mario Cognato. El profesor lo ayudó a inscribirse en el Conservatorio de Música de la Provincia, donde estudió clarinete y saxofón. En 1944, al cumplir 15 años, Don Avelino se mudó a Corrientes e ingresó a la escuela de música de esa provincia. Meses más tarde, El Maestro formó su primera banda, a la que bautizó Las Doce Estrellas Del Ritmo. En ella, los músicos tocaban bailones (ritmo similar a la cumbia pero con otro tipo de golpe), de un modo totalmente distinto al que lo hacen ahora: sentados sobre sillas en el escenario.
En 1953 pegó la vuelta a su Tucumán natal, previo paso por Córdoba, provincia en la que nació su primer hijo, Abel. La Bandita de Avelino solía presentarse en las radios LV7, LV12 y Splendid. Fue en uno de esos shows en los que, de puro arrebatado, a la banda se sumó Ramón Palito Ortega para tocar maracas. Palito sólo estuvo unos meses con el grupo, los que alcanzaron para cimentar una gran amistad con Don Avelino. En 1956, canciones como ‘Palo y leña’, ‘Cumbia loca’ y ‘Fiesta tucumana’ ya eran conocidas en las radios y los bailes, hasta que meses más tarde fueron inmortalizadas en el primer disco de pasta que grabó El Maestro.
“Mi viejo era un innovador, y en la época en la que formó La Bandita de Avelino quiso que los músicos tocaran de pie y haciendo pasitos para acompañar las canciones”, recuerda Carlos, uno de sus hijos en la crónica que el periodista Juan Pablo Sosa publicó en la revista Tucumán Zeta. “Incluso hasta en la vestimenta había innovado: él impuso a todos los músicos de la banda a usar trajes”, agrega. “Mi viejo era así; andaba siempre bien vestido. Creo que es lo único que nos obligó a hacer a mi hermano y a mí”, refuerza Abel, otro de sus hijos. “¡Si hasta en la casa andaba vestido con traje y corbata!”, exclama.
“Con su humildad y ritmos característicos llegaba no sólo al oído del público para moverse al compás, sino que también contagiaba alegría, desbordes de felicidad en cada show, porque tanto como artista y como en su vida personal fue admirable, ejemplar, y por ello muy respetado y querido. Hasta hoy en día la gente mantiene vivos recuerdos hermosos que los comparte con nuevas generaciones”, recordaba su hijo Carlos en una nota con eltucumano.com.
El Maestro y el Deca, un solo corazón
Aquel 1º de marzo de 1976, 25 de Mayo y Chile era una fiesta. No, no había partido aquel lunes caluroso: se festejaba carnaval, el carnaval tucumano y bien Decano que ponía a bailar a una multitud que llegaba desde barrio Norte, desde Villa 9 de Julio, de otros rincones de la Capital y de la provincia. Esa multitud bailaba al ritmo del saxo del Maestro Avelino, EL SAXO DEL MAESTRO AVELINO, así con mayúscula, para que el cuerpo del texto esté a la altura del prócer de la cumbia tucumana. Todos bailaban y cantaban y festejaban, hasta que una voz le susurró al oído al Maestro dos palabras que lo paralizaron, quizás las únicas que podían detener tamaña celebración: "Llegó Carlitos". Así lo relata el periodista Santiago Sibaja en su crónica “Los Avelinos, eterna cumbia Celeste y Blanca”.
La vida del Maestro Avelino estuvo siempre ligada al Decano, y esa pasión se transmitió a sus hijos y las generaciones siguientes y las que vendrán de Avelinos, que todavía levantan las banderas Celestes y Blancas y honran su legado futbolístico y musical: "El Maestro Avelino, mi papá, siempre vivió en la zona de Delfín Gallo, en la zona de Atlético toda la vida. Me imagino que por el barrio y las amistades esos fueron siempre los colores de su corazón. Era fanático, llevaba los colores en la sangre. Yo tengo 45 años y desde chiquito me llevaba a la cancha a mí: íbamos y tocábamos en la cancha antes del partido, en medio del partido en el entretiempo y al finalizar el partido. Siempre en el aniversario de Atlético, en el Día del Hincha, siempre estábamos en todos los eventos presentes".
Termina de almorzar Carlos Avelino y se dispone a dormir un rato la siesta antes de la gira nocturna que llevará a Los Avelinos por San Pedro de Colalao, El Timbó, un boliche en avenida Colón e Independencia en la Capital tucumana, antes de las presentaciones del fin de semana en el Hipódromo de Tucumán y el Teatro San Martín, organizados por el Ministerio de Cultura de la Nación por el Día de las Juventudes y por el Ente Cultural de Tucumán, respectivamente, antes de una peña en Tafí Viejo para cerrar el domingo. Antes del necesario descanso preparatorio, se toma unos minutos para hablar con eltucumano de dos tópicos que lo atraviesan desde el instante que llegó a este mundo: el Maestro Avelino y Atlético. Tras casi un año y medio paralizados por la pandemia, no les hizo falta ni ensayar para volver al ruedo, a los escenarios, al calor de la gente, a ser Los Avelinos, de Tucumán y para los tucumanos. “La banda reventó el primer show, ya no paramos hasta los carnavales”, se entusiasma.
Un año después de aquel "Llegó Carlitos", el Maestro Avelino, cuyo nombre de pila es Carlos Abel Gómez, grabó la Marcha de Atlético Tucumán y le incorporó el popularizado relato de Osvaldo Cafarelli que generaciones y generaciones de hinchas Decanos han mamado desde pequeños y que todavía forma parte del cancionero popular e ineludible del Pueblo: "Sí, sí señores, yo soy Decano/ sí, sí señores, de corazón/ porque este año de 25, de 25 saldrá el nuevo campeón", se escucha antes del icónico "Toma Carrera Palomba, la eleva para Villa, la para con el pecho, peligro. Tiró: gol, gol, gooool".
“Los primeros acercamientos al club fueron los bailes de carnaval, le daban la parte de la 25 y ahí hacía los bailes mi viejo. Cuando nací, le avisaron que “llegó Carlitos” y se pusieron a chupetear todos. Parece que habían tenido familia los músicos. Siempre tocaba en el estadio, en las fiestas de aniversario en el Gran Hotel, en el complejo Ojo de Agua, en El Cadillal. Siempre con El Deca. Yo tengo 45 años, nací un año antes de que se grabó la primera marcha, yo llevé toda la fuerza y energía para la marcha, cuando nací mi viejo estaba tocando ahí. Para mí es un orgullo tremendo que la familia Avelino sea el creador de la Marcha, del ‘sí, sí, señores yo soy Decano’ y también de ‘Decano corazón’. En cada show que vamos, no falta uno que dice ‘Aguante Atlético’, lo llevamos en el corazón al Deca querido”, explica Carlos, quien conoció la pasión Decana de la mano y voz del Maestro.
Iba a la cancha El Maestro y no se andaba con vueltas. “Él tenía su butaca. ¡Cómo me gustaría que tuviera una placa, una estrella en el estadio, un recordatorio a la memoria del Maestro Avelino por tantos años de pasión, por ser el autor de La Marcha y por llevar la música de Atlético Tucumán a todo el país! Una placa como en los teatros”, añora Carlos, aunque revela que El Maestro no se comportaba como si estuviera en un teatro en 25 de Mayo y Chile ni en otros estadios donde llegara el Viejo y Glorioso Decano.
“Los alzaba a puteadas a los jugadores, yo estaba a la par. Él no fumaba, pero en la cancha prendía un habano. ‘Yo fumo por elegancia’, decía. Se metía mucho en el partido, renegaba, les transmitía mucha energía a los jugadores. Yo era chiquito, creo que estábamos en Buenos Aires, justo habíamos ido a tocar y jugaba Atlético. Estábamos en la popular, atrás del arco de Salomón: ‘¡Salomón, soy Avelino!’, le gritó. Se dio vuelta Salomón y le han metido un gol. Yo habré tenido ocho años y hasta hoy lo cruzo a Salomón ahí en la Municipalidad de La Banda. Fue un blooper”, afirma entre risas.
Hubo una vez inolvidable que Los Avelinos se pusieron a tocar en pleno partido, un partido clave, y el árbitro frenó el partido hasta que dejaran de tocar Los Avelinos. La formación titular de en aquel entonces cuatro miembros de la banda rugió en el José Fierro.
Iban 38’ del primer tiempo, el partido era parejo, trabajo, friccionado, como debe ser una semifinal. Atlético Tucumán buscaba por todos lados, pero no lograba doblegar a Chacarita. El reloj marca esos 38’ cuando El Negro Ibañez irrumpía a pura potencia por derecha, luego de que El Pirata Czornomaz fuera al piso a disputar contra Pagés, el 3 de Chaca. El carril derecho quedó abierto para el 8 Decano, que fue al frente como siempre, metió una bicicleta y mandó un centro atrás, como marcan los manuales, pero la defensa visitante alejó el peligro. La pelota le quedó en los pies a Pancho Martínez, que se acomodó y de zurda la volvió a meter al área: allí esperaba el 10, el que estaba en una imparable racha goleadora y no perdonó. Mauro Amato dominó de derecha y remató de zurda, fusilando al Flaco Vivaldo y desatando la locura en 25 de Mayo y Chile.
Avalancha, abrazos con propios y extraños, locura total. “Amado Amato aquí en Tucumán”, poetizó Miguel Simón, que relataba en dupla con Juan Pablo Varsky aquella vieja B Nacional. Tras el estruendoso grito de gol de por lo menos las 32.000 almas que se le permitía cobijar al Monumental colmado, desde las tribunas, comenzó a entonarse el grito sagrado: allí estaban el Maestro Avelino y sus hijos Carlos y Juan Manuel para tocar La Marcha Decano que el prócer de la cumbia tucumana había compuesto años antes. “¡Sí, sí, señores, yo soy Decano, sí, sí, señores, de corazón! ¡Porque este año de 25, de 25, saldrá el nuevo campeón!”.
Aquel 1999 no fue el año en el que el campeón de la B Nacional salió de 25 de Mayo y Chile. La derrota en Buenos Aires contra Chacarita en el partido de vuelta le impidió a aquel equipo de Humberto Zucarelli alcanzar la tan ansiada final por el ascenso. Luego, caería ante Tigre en los playoffs. Unos meses más tarde, en diciembre de ese mismo año, pasaba a la inmortalidad Carlos Abel Gómez, dejando un invaluable legado que todavía perdura y contempla más de 65 años de trayectoria, 85 discos grabados por sello, 15 discos de oro, cinco de platino y tres de doble platino, y lo más preciado: su música marcada a fuego en el corazón de los tucumanos y de todo el Pueblo Decano. “Nunca me olvido: yo estuve presente en aquella semifinal contra Chacarita. Tocábamos un poco antes del partido, en medio del partido. Cuando Amato convierte el gol, el único gol del partido, me acuerdo que estaba (Fabián) Madorrán de árbitro, que en paz descanse. Lo suspendió, nos hizo parar, paró el partido por dos o tres minutos. 'Que se calle la banda'. Nos hacía señas a nosotros y la gente estaba súper alborotada", rememora junto a eltucumano Carlos Avelino.
“El Maestro ha dado todo: Atlético es el único lugar donde tocaba gratis. Nunca le ha cobrado. Si hasta ponía plata él para pagar el sonido. Era el amor. Yo hoy puedo tocar gratis por una movida solidaria, pero antes era diferente la situación económica”, enfatiza Avelino, y pone en relieve la magnitud de Los Avelinos en Tucumán, que los convierte al Maestro primero y hoy a sus herederos en verdaderos profetas en su tierra: “Nos adora la gente, siendo artistas tucumanos que te quiera tu propia gente es difícil, la gente no valora lo de uno. Mantenerse durante 67 años de manera consecutiva en la música, con todo lo que vive el país… no sé mi viejo cómo hubiera sufrido todas las trabas que hay, con la pandemia y todo. Hoy, si no tocás no comés. Pero a nosotros no nos dan ganas de salir a trabajar afuera, trabajamos tan bien en la provincia que amamos. Donde están Los Avelinos, ahí está la gente. Nos convocan a actos políticos para convocar, nosotros llevamos la gente y cuando hablan de política ya no queda nadie”.
El idilio del Pueblo Decano con Los Avelinos es y será eterno, inquebrantable: “Siempre estamos brindado todo el apoyo, es el equipo que amamos: Atlético seguirá siendo sinónimo de Avelino toda la vida, siempre vamos a estar acompañando, musicalmente y en todo. Cuando podemos vamos a la cancha, a veces hay shows, ahora no por la pandemia, y cambiamos el horario de los shows para ver al Deca porque el Deca es nuestra vida, la de mis hermanos, mis hijos, mi madre, de toda mi familia. San Martín es Las Minifaldas y Los Avelinos son Atlético, para siempre. Las veces que viene un hincha de San Martín y me pide que le hagamos una marcha, pero ni pagada la haría, le estaría fallando a mi viejo en el cielo”, sentencia. Es que como cantó El Maestro: “Tu corazón/ tu corazón/ ¡lleva los colores del Deca campeón!”.