Top

Yamila, la misteriosa tucumana que pudo cambiar el curso de la historia del ajedrez

HISTORIAS INCREÍBLES

El día en que el legendario Bobby Fischer tuvo que elegir entre el amor y la gloria.




Fue el “Match del Siglo” y el pasado 11 de julio se cumplieron 50 años de esa contienda histórica. Once partidas que culminaron el 31 de agosto de 1972 y que tuvieron de todo. Una suerte de secuela de la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia. El estadounidense Bobby Fischer contra el ruso Boris Spassky por el Campeonato Mundial de Ajedrez de 1972. Quizás la página más importante escrita en la historia de este deporte de Maestros.

El camino de Fischer para quedarse con el título del mundo fue largo y arrasador. Fue en Palma de Mallorca donde se ganó el derecho a jugar un torneo denominado “Candidatos”. Seis jugadores que disputarían su derecho a disputar el título al campeón vigente, el soviético Spassky. Fueron Fischer y otro campeón soviético, Tigran Petrosian, los dos mejores que lucharían por ese derecho. Sin embargo, la sede del último encuentro se convertiría en un problema que, después de varias idas y vueltas, culminó con Buenos Aires como sede y antesala del match que pasaría para siempre a la historia. Una historia que podría no haber ocurrido si Bobby Fischer hacía caso a su corazón.

Fue en 1971 que el ruso perdió la cabeza por una mujer. Una joven de 22 años. Según el relato del periodista Cherkis Bialo en Infobae: alta, esbelta, de largo cabello negro, vivaces ojos color almendra, tez de sincero brillo, labios desafiantes, frente amable, finos tobillos, dedos prolongados hasta un final de uñas perfectas y una sonrisa cautivante de blancas perlas alineadas.

Luego de vencer a Petrosian en el teatro San Martín de Buenos Aires en apenas nueve partidas, el ruso comenzó una gira por el interior del país para medirse con los Maestros de cada provincia por la módica suma de U$S 1.000. Lo acompañaba Miguel Quinteros, ajedrecista argentino, amigo y consejero. Después de varias semanas, aterrizaron en Tucumán.

Bobby Fischer observa a Quinteros en Tucumán.-


Bobby Fischer, además de un gran talento, era dueño de una personalidad bastante especial. No le gustaban las cámaras, tampoco las aglomeraciones de gente. Por eso, al llegar al Jardín de la República pidió alojarse en un lugar alejado de todo. Y fue así como se hospedó en el Hotel Sol de San Javier, donde no solo quedó deslumbrado por las yungas.

Señor Fischer, ¿me podría firmar un autógrafo?”, dijo la joven y lo conquistó. Fueron segundos que parecieron horas. La mujer de apenas 22 años había logrado burlar la escolta de Fischer y hablarle frente a frente. No pasó un minuto hasta que un grupo de colaboradores del ajedrecista y mozos del hotel rodearon a la misteriosa admiradora para pedirle que se retire. Fue entonces que el estadounidense demostró ser de carne y hueso. “Que se vayan todos menos la chica”, le dijo a Quinteros.

Se llamaba Yamila. No solo consiguió el autógrafo, sino también el corazón del ruso que, a pesar de quedar completamente cautivado por la joven tucumana, no permitió que les tomaran fotos. Odiaba las cámaras.

Entonces, en un acto de arrojo y valentía –o de enamoramiento súbito-, Fischer le dio a la misteriosa joven tres opciones: sumarse a la gira, o a suspender la gira y quedarse en Tucumán o a invitarla a Buenos Aires tan pronto finalizara sus obligaciones. Después de consultarlo con sus padres, ella escogió la última de las alternativas.

Siempre según el relato de Cherquis Bialo, Bobby y Yamila vivieron un amor tierno e intenso. En Buenos Aires el ruso se la presentó a sus amigos como su futura esposa. Incluso tuvieron su propio recital privado de Sandro, a quien le había prometido presentarle otro gran amigo argentino, el locutor y entonces interventor de la Federación Argentina de Ajedrez, Antonio Carrizo.

“Sandro le dedicó un par de canciones personalmente, el Gato Dumas cocinó para ellos y el grupito de amigos íntimos les ofrecieron lo mejor de sus afectos. Bobby parecía otra persona y una noche en el Claridge le propuso casamiento inmediato. Le dijo que podría ser en Buenos Aires, en San Javier, en Nueva York, hacia dónde debía regresar o en el lugar del mundo que ella quisiera. Yamila no aceptó hacerlo de inmediato ante la recomendación de sus padres y prometieron hacerlo al año siguiente”, recuerda Bialo.

Bobby volvió a Nueva York y se internó el mítico hotel Grossinger, donde hizo su preparación para enfrentar a Boris Spasski en Reykiavik, Islandia. Pero no dejaba de pensar en aquella joven tucumana de ojos color almendra. Le planteó a su compañero y amigo Quinteros enviarle unos pasajes de avión a su enamorada para estar juntos. Fue entonces que el argentino trajo al ruso nuevamente a la realidad. “Bobby, se acabó, hablemos en serio, tenés que elegir ahora: ¿Yamila o el campeonato del mundo?”, le preguntó severamente Quinteros. Su respuesta cambiaría el curso de la historia del ajedrez.

Fischer venció a Spassky en un encuentro que hasta el día de hoy es considerado como el “match” del siglo. Nunca más volvió a ver a Yamila. El ruso eligió la gloria por encima del amor.