Volvió a latir en el corazón de El Corte: cómo renació La Primera Confitería de Tucumán
Cuántas veces habremos pasado por ese lugar mágico sintiendo nostalgia al pensar que quedaría en las ruinas y un vacío en nuestra memoria. Esta vez la historia tuvo un final feliz. ¿Cómo fue? Fotos y video. | Por Arq. Gabriela Neme

Volvió con todo su esplendor.
Después de haber estado en terapia intensiva durante un largo tiempo, agonizando y cerca de su final, el corazón de El Corte volvió a latir. Cuántas veces habremos pasado por ese lugar mágico sintiendo nostalgia al pensar que la Primera Confitería sería atravesada por la picota para demoler las ruinas que quedaban y dejar un nuevo vacío en nuestra memoria. Pero esta vez la historia tuvo un final feliz: desde el 18 de noviembre de 2022, las puertas se abrieron a los tucumanos una vez más, regalándonos la oportunidad de vivir nuevas historias y, a la vez, recordar las que pasaron allí.
El proceso de sanación de este grave enfermo llevó poco más de un año. Contó la intervención de un equipo de expertos que, con un exhaustivo trabajo de investigación, lograron recrear la Primera Confitería con la mayor fidelidad posible respecto del edificio original. Su restauración y puesta en valor, incluyó la recuperación de parte del piso original y la utilización de las técnicas constructivas y los materiales de la época: tejas, pisos calcáreos, techos de madera, muros encalados, entre otros.
El proyecto de rehabilitación, preparado para albergar a unas 100 personas, se organizó en tres áreas: la primera corresponde al chalet californiano original, que respetó la tipología constructiva, los arcos, la cubierta y los muros blancos; la segunda, el sector de merenderos; y la tercera el sector de estacionamiento y de usos múltiples. Mientras que en el exterior se desarrollaron tres niveles de terrazas.
Sin embargo, la Primera Confitería tuvo que atravesar un tedioso derrotero de intentos de recuperación, entre desacuerdos de los organismos con incumbencias en el tema y la falta de propuestas. Una de las problemáticas era que el edificio, al estar protegido por la Ley de Provincial de Patrimonio (7535), solo aceptaba propuestas de inversores dispuestos a restaurar el chalet original; mientras que otros sectores pugnaban por su demolición total. Por otro lado, al ubicarse en un punto límite de jurisdicción entre Yerba Buena y San Javier, los sectores políticos involucrados no decidían quien era el responsable de tomar la posta para conseguir los fondos de inversión.
Esta situación transcurrió desde su clausura en el año 1990 hasta que, en 2021, cambió su suerte: un grupo de entusiastas se congregaron con los organismos incluidos en la causa: el Ente de Turismo, el Ente de Cultura, la Secretaría General de la Gobernación, la Secretaría de Desarrollo Productivo y la Comisión de Patrimonio Histórico Provincial para poner en marcha el plan de restauración. Es así que se intentó reconstruir esta historia, que comenzó el 22 de mayo de 1938.
La Primera Confitería nació con el nombre de “Parque Aconquija” y formaba parte de un plan de obras públicas del gobierno del Dr. Miguel Campero con el objetivo de “conquistar la montaña”. Se la concibió como punto turístico en el recorrido que lleva a la cumbre del Cerro San Javier, en paralelo al trazado la ruta 338 (concluido en el año 1939). En esos tiempos llegar hasta allí no era fácil, se accedía por un sendero a través del cual la gente iba a caballo; algunos pocos iban en automóviles y otros en transporte público: tranvía rural o en los famosos ómnibus bañadera, que salían desde Plaza Independencia hasta su estación terminal cerca del pie del cerro, y debían completar el tramo a pie por el Corte.
En ese entonces la inauguración incluyó un evento de beneficencia, organizado por grupo de voluntarias del Patronato de Leprosos de Tucumán, a los fines de recaudar fondos para la construcción del nuevo pabellón Hospital de Aislamiento. Este fue el puntapié inicial para incontables historias que se fueron sucediendo protagonizadas por las familias iban a disfrutar de excursiones, picnics, cafés mientras se deleitaban con orquestas y grupos musicales. Se convirtieron en un clásico del lugar el pastel de novia, especialidad de la casa, y la paella. Durante el verano, la gente se metía al arroyo Muerto, que pasaba por allí, para poder refrescarse ya que aún no había llegado la energía eléctrica. En la década del ‘70, se incorporaron nuevos servicios: una pileta de natación, un extenso sector con sillas y mesas de material para el picnic, proveeduría, baños, vestuarios y juegos infantiles.
Durante 50 años, el corazón del Corte latió fuerte, pero de a poco fueron decayendo sus pulsaciones por caer en el abandono, por falta de reinversiones y servicios lo que generó el gran deterioro de sus instalaciones, según se sostiene, afectados por la declinación de las preferencias del público. Ahora bien, la historia sigue latente, impulsada por su valor arquitectónico como representante del neocolonial californiano, tan propio de nuestra tradición (caracterizado por el uso de tejas, muros blancos, carpinterías de maderas y porches); por su valor histórico, cultural e identitario. Esto se prevé será potenciado por los futuros proyectos para potenciar el área, que contemplan la construcción de la base de un teleférico, para vincular Yerba Buena con San Javier y llegar hasta el Cristo Bendicente, recientemente restaurado.
Sin dudas la mística de este lugar fue clave en este proceso, lo atrapante de nuestra Yunga que, según la apreciación de Nicolás Guillén, su “Verde verde y verde negro, la selva elástica y densa, ondula, sueña, se pierde, camina y piensa”, y de Grau (2010): “La sierra de San Javier nos recuerda que existe un mundo no urbano. Un resplandor de verde donde se intuye la frescura, los árboles coposos poblados de helechos, aves, ranas y flores; y los arroyos sombríos de aguas claras”. Ojalá este proyecto sea quien inspire a muchos otros para mantener vivos a nuestro patrimonio y nuestra historia.