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"¿Venís siempre por aquí?": los rincones del amor cuando no existía San Valentín en Tucumán

NUESTRA HISTORIA

El 14 de febrero se puede observar a parejas enamoradas paseando por las calles de Tucumán cargando ramos de flores, globos temáticos o cajas de bombones. ¿Pero cómo era hace unos años? Un viaje al corazón por Gabriela Neme. VIDEO

Si habremos chapado en La Recova.





Febrero ha sido designado como el mes de los enamorados, en honor al patrón de las buenas obras asociadas con el concepto universal del amor y la afectividad, cuya conmemoración tiene lugar el día 14. Con el paso de los años, esta celebración ha adquirido mayor relevancia, y durante el transcurso de ese día se puede observar a parejas enamoradas paseando por las calles de Tucumán cargando ramos de flores, globos temáticos o cajas de bombones. Los bares y restaurantes ven agotadas sus reservas, mientras que el amor parece impregnar el aire. 

Más allá de San Valentín, los tucumanos celebraron el amor desde tiempos inmemoriales, y muchos rincones de la ciudad se convirtieron en lugares cargados de memoria e identidad al haber sido testigos del surgimiento de innumerables parejas, quizás incluso nuestros propios abuelos, padres o seres queridos.

Al remontarnos hacia finales del siglo XIX, es probable que muchos recuerden la famosa "vuelta al perro", vinculada a la transformación de las plazas en paseos. Esta tradición solía iniciar en la Catedral, a donde la gente acudía los domingos a la misa de las 11. Tras la bendición final del sacerdote y la despedida de los fieles, se dirigían hacia la Plaza Independencia para dar vueltas alrededor de ella. Entre las caminerías rodeadas de árboles, las señoritas que siempre iban acompañadas por una chaperona, intercambiaban miradas con los caballeros que las cortejaban.

La ceremonia se completaba en alguna confitería cercana, como la Paris, El Buen Gusto o la Royal, donde se disfrutaba de un copetín y se continuaba con la conquista. También estaba la opción de escuchar a alguna de las orquestas que tocaban en el quiosco ubicado en el centro de la plaza. Allí, las bandas de música deleitaban y acompañaban los encuentros de los enamorados, creando un ambiente romántico y animado para los espectadores. 

En aquella época, el lema era "ver y ser vistos", ya que era importante mostrarse en los espacios sociales para identificar a las candidatas "en edad de merecer" que deseaban ser cortejadas por algún soltero. El cortejo también podía tener lugar en los teatros, a los cuales las damas y caballeros asistían luciendo sus mejores galas. La velada solía comenzar con intercambios de miradas en el foyer, que se prolongaban en los palcos de alguna sala, como la del Odeón (hoy San Martín), o quizás en el Alberdi o Belgrano. Durante los intervalos de la función, se aprovechaba para conversar sobre la obra, dando lugar a acercamientos y momentos de complicidad entre los festejantes.

Los espacios verdes eran, por excelencia, los puntos de encuentro de los enamorados. Surgieron parques como el Centenario (actualmente 9 de Julio), que desde 1916 multiplicó los escenarios de interacción convirtiéndolos en tradiciones arraigadas: las caminatas por el rosedal o la famosa foto en el reloj de las flores para inmortalizar a las nuevas parejas después de la ceremonia de casamiento. Más adelante, en los años ´70, los paseos en bote por el lago frente a la confitería, los bailes de carnaval y los encuentros en el desaparecido Patio Andaluz, también formaban parte de la vida amorosa de la época.

Mientras tanto, para mantenerse en contacto, las cartas de amor escritas con esmerada caligrafía eran el medio principal de comunicación entre los enamorados. Los intercambios escritos iban y venían, llevando consigo los sentimientos y las palabras de amor de un corazón al otro. Durante el siglo XX, con la aparición del teléfono fijo aumentaron las formas de contactarse, aunque en sus inicios eran pocos los que tenían la posibilidad de tenerlo en sus hogares. Este avance en la comunicación facilitó la conexión entre las parejas, permitiéndoles hablar y escuchar las voces de sus amados en tiempo real, rompiendo las barreras de la distancia y achicando distancias.

En la década del '30 surgieron nuevos escenarios románticos, como los cines, donde los jóvenes caballeros solían ocupar las primeras filas de la sala, mientras que las señoritas, que acudían elegantemente vestidas para lucirse, debían ubicarse en las filas posteriores. Es el caso del Cine Parravicini, en donde durante los intermedios de la función los asistentes se trasladaban a la refinada confitería ubicada en la planta alta del edificio. En este lugar se producían encuentros con intercambios de sonrisas y miradas que expresaban complicidad y atracción. 

Asimismo, los cruces en las calles del barrio, los bailes en los clubes y después los boliches fueron lugares en donde florecía el amor, a lo largo de las décadas. Se sumaron los medios de transporte público como el tranvía, el tren y el colectivo, en donde durante el trayecto, las personas tenían la oportunidad de conocerse, entablar conversaciones casuales y quizás intercambiar algún número de teléfono.

A mediados del Siglo XX, los espacios comerciales comenzaron a ganar protagonismo como escenarios románticos. Bares y restaurantes se multiplicaron por la ciudad, convirtiéndose en lugares ideales para citas. Los jóvenes iban en pareja a tomar algún aperitivo y luego podían continuar el cortejo en las pistas de baile. Entre los bares recordados de la época estaban: IO bar (Mendoza al 400), Sherlock (en Corrientes y Muñecas), Crillón (en Mendoza al 400), Le Boucanier (sobre Av. Aconquija), Bahia (en Santiago y Corrientes), La Pomme (frente a plaza Urquiza), Papagayo (en Muñecas y Marcos Paz), el Colonial (en Maipú al 300), San Isidro, el Condado (en San Martín al 500), Rucafé (en Mendoza y 25 de mayo), La Recova (en 24 de septiembre y 25 de Mayo), entre muchos otros destacados por ser puntos de encuentros amorosos. No faltaban los bares o boliches estigmatizados por la gente como lugares "de trampa", en donde las parejas estables podían verse en peligro por añadir un elemento de riesgo y emoción a la vida amorosa de muchos tucumanos.

Las heladerías también fueron lugares populares para compartir en pareja alguna copa helada, como la famosa Sasor ubicada en calle Salta primera cuadra.

En los años ´80, las disquerías como la recordada "Avenida Musical" en la esquina de 25 de mayo y Córdoba (hoy ANSES), convocaron a los amantes de la música. Ahí se podían escuchar los últimos discos en las cabinas y encontrarse con alguna persona con la que se comparta afinidad musical. En los ´90, con la aparición de los CDs, la forma de consumir música cambió drásticamente y surgieron locales como "All Music" en calle Muñecas primera cuadra, un nuevo punto para conectar.

Las calles comerciales, como la icónica 25 de mayo, adquirieron un rol protagónico en los años ´90 al transformarse en auténticas pasarelas urbanas donde la gente desfilaba, socializaba y se mostraba a los espectadores ubicados en algunos de los bares, como el recordado Rucafé, observando el despliegue ante sus ojos con una taza de café.  “La 25” se convirtió además en un punto de encuentro de los estudiantes de secundaria a la salida de los colegios, especialmente los viernes al mediodía, cuando la calle explotaba. Con la inexistencia aun de las redes sociales este momento se volvía una cita imperdible para poder ver al chico o chica que te gustaba.

A partir de los años 2000, con la generalización de internet en los hogares, surgieron plataformas de chat como el Mirc, ICQ y Messenger, que revolucionaron la forma en que las personas se comunicaban. Más adelante, llegaron los teléfonos celulares con los mensajes de texto que fueron reemplazando a las llamadas por fijo, reservadas ahora solo para los valientes. Las redes sociales fueron sustituyendo los encuentros cara a cara por interacciones virtuales, perdiendo muchos de los espacios que se habían consolidados para los encuentros amorosos. 

A pesar del gran poder de influencia de la virtualidad, estos lugares que fueron testigos de tantos encuentros amorosos, permanecen vivos en la memoria de sus protagonistas. Las maneras de encontrarse fueron mutando, pero el amor sigue flotando por las calles tucumanas y la flecha de San Valentín atraviesa a muchos corazones.