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"Dénles una oportunidad a los niños": vida y obra de Yrma Monrroy, la tucumana coraje del barrio El Sifón

CULTURA

Cumple 25 años al frente de la Asociación Civil Los Lapachos Tucumán y les da de comer a 130 familias. Formada con el programa Crear Encuentro, quién es la mujer que pasó todas las crisis y vive para contarlo.

La Yrma. Foto: FB.





“En la crisis del 2001 no había qué comer. No había nada. No había ni leche en los dispensarios. ¡No había trabajo! Con toda la ignorancia del mundo, nos preguntamos con las madres del barrio: ‘¿Qué hacemos?’. Todas éramos gente pobre, todas humildes, todas sin estudios. Y al no tener nada en la olla y que los chicos se morían de hambre, enttre todas armamos un comedor. Empezamos yendo al Mercado del Abasto. De las verduras que tiraban, lo que quedaba lindo lo traíamos para cocinar. Después íbamos a lavar las veredas de las carnicerías a cambio de que nos den huesos para darle sabor a la comida. Además, teníamos un vecino herrero que le dio forma al tacho de un lavarropas y con eso empezamos a cocinar. Así empezó todo”.

Yrma Monrroy nació hace 66 años en la Maternidad de San Miguel de Tucumán, pero se crió con sus abuelos en Tafí del Valle hasta los 12 años. “A esa edad me largué sola a la vida. Me fueron a buscar a Tafí y viajé a Buenos Aires. Hasta los 18 trabajé de muchacha. Encontré una hermana que tenía perdida y volví a Tucumán. Crecí sin estudios, tuve a mis hijos, y nunca dejé de trabajar hasta que nos agarró el 2000. Ahí todos nos quedamos sin trabajo y conocimos el hambre. Pero el hambre de verdad. En ese momento nos reunimos con las madres y armamos el comedor”.


Sin trabajo y con el ruido de la panza como banda sonora de la crisis, la Yrma prendió fuego la tapa de los diarios de papel y creó el comedor popular en El Sifón desde las bases. “Junto a otras madres empecé con la olla popular y le dimos de comer a El Chivero, El Trula, La Bombilla. En total llegamos a alimentar a 130 familias. Y cuando te digo familias te hablo de una madre que, por lo menos, tiene siete hijos”. 

Un día, luego de barrer las migas del merendero popular sin nombre, la Yrma estaba mateando bajo los lapachos del Obarrio con las vecinas de la cuadra cuando les dio la novedad: “Chicas, vino un delegado y dijo que ahora tenemos derechos, que a todo lo que venimos haciendo este tiempo podemos darle forma, que hay algo que se llama Asociación Civil y que tenemos que ponerle un nombre”. Irma miró los lapachos del Obarrio y no dudó: “Estos lapachos son tucumanos y nunca dejan de dar flor ni sombra. ¿Qué les parece si le ponemos así? Asociación Civil Los Lapachos Tucumán. ¿Les gusta?’”.

Cuando el delegado vecinal le dijo en el 2002 a Yrma que tenían derechos, Yrma le respondió: “¿Y eso con qué se come?”. Sonríe Yrma: “Es que se lo decía en serio al hombre. Recuerdo que no había carne y que para todas las comidas usábamos soja. Conseguíamos que nos dieran leche de soja, hacíamos milanesas de soja. Toda la soja que no querían, nosotros la recibíamos. La necesidad hizo que nos organizárarnos. No teníamos agua, no teníamos pavimento. Nos organizamos y lo conseguimos. Formamos a la gente en las cosas más básicas: hasta conseguir un cajón para velar a sus seres queridos”.

Con toda la militancia barrial a cuestas, Yrma Monrroy supo que además de alimentar a los niños postergados de los barrios de San Miguel de Tucumán, también a esos niños había que cultivarlos y fomentarlos con cultura. Y aquí es cuando, después de tantas promesas incumplidas, de varias idas y vueltas, aquí es cuando Yrma se formó como promotora cultural barrial en Crear Encuentro, el programa de la dirección de Gestión Cultural, a cargo de Emiliano Alonso, dependiente de la Secretaría de Cultura, Soledad Valenzuela, de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán al frente de la intendenta Rossana Chahla.

“La cultura va despertando la mente. La escuela de los barrios no tienen una base culta como las escuelas de las cuatro avenidas. Entonces, el día de mañana, ¿cómo puede competir un chico de barrio si no le han enseñado lo que es la cultura o la educación? ¿Cómo un chico puede educarse si no puede sostener un cuaderno? ¿Cómo pueden tener las mismas oportunidades en una sociedad donde lo único que enseñan es que hay que mandarlos a la cárcel o matarlos? Desde siempre, los únicos que van presos son los pobres. Y con todo eso más el flagelo que ha causado la droga, aquí nosotros encontramos gente que cree en los chicos. Hay maestras que llegaron al barrio y se quedaron, hay personas como Emiliano Alonso con quien hemos pintado murales y hay una gestión que ha devuelto la cultura al barrio. La semana pasada hubo show de títeres. Hace años que los chicos del barrio no veían títeres, hace años que no venía una obra de teatro al barrio”. 


La militancia de Yrma, a sus 66 años, está intacta. Este lunes, como todos los días, ha madrugado para comenzar con sus tareas diarias. Mientras escuchaba por la radio la conmoción por la muerte del Papa Francisco, la vida de Yrma sigue su rutina: el desayuno, las tareas, el sueño de un caps con neurólogos para atender a los niños con adicciones, o el desvelo porque los niños estudien y pasen de curso sin llevarse materias a diciembre o a marzo. Esas son las cosas que mantienen viva la ilusión de Yrma Monrroy: “Han pasado muchos años ya y hay batallas que sé que están perdidas. Pero hay otras que no".

"Mantengo la esperanza y la ilusión de que algunas cosas se puedan llegar a cambiar. Mi fuerza son los niños. Me despierto a veces cansada hasta que viene un niño y me dice: ‘Irma, ¿qué vamos a comer hoy?’. Y me pongo de pie. La semana pasada me han vuelto loca con los huevitos de Pascuas. Siempre hay algo por hacer. Mantengo la esperanza de que esto cambie, de que estudien, de que se mire y se cuide a los niños si se quiere un mundo mejor, de que si no quieren delincuencia empiecen a mirar a los niños, de que les den la oportunidad de vivir a los niños. Piensen en ellos. Pensemos en ellos. Si no pensamos en ellos, ¿qué nos queda por hacer?”.